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Mostrando entradas de agosto, 2011

Ojo por ojo y diente por diente.

Héctor arrojó su mochila dentro del maletero, de golpe, y lo cerró dando un fuerte portazo. Él también había tenido la semana llena de pruebas académicas y el estrés del estudio le había puesto de mal humor. Odiaba que se le acumulasen los exámenes en una misma semana. Abrió la puerta del piloto y se sentó en el asiento. Se llevó los dedos a las sienes y suspiró. Al menos el pasado martes había sido el cumpleaños de Sun y le había podido regalar algo bonito. Merecía la pena haber pasado por todo ese estrés sólo para verla sonreír con la timidez que tanto le caracterizaba. Arrancó el coche, encendió la música, introdujo un cedé lleno de heavy metal y metió primera. * * * El corazón estaba a punto de escapárseme por la garganta de un momento a otro. Tenía la esperanza de estar sufriendo una alucinación, pero desgraciadamente mi vista no me fallaba: Paula, Bea, Martín y Rubén caminaban varios metros detrás de mí. Tuve la tentación de echar a correr, pero mi casa estaba demas

Mátala.

Un soplo de aire fresco entró rápidamente por la ventana, haciendo ondear las cortinas blancas. – Mátala. Abrió los ojos de golpe, asustada, presa de una pesadilla. – Mátala. Se incorporó de la cama. La voz había sido real. Echó un vistazo rápido a su compañera de habitación, pero dormía plácidamente acurrucada entre las sábanas. No había hablado ella, por lo tanto, había alguien más en el dormitorio. Se quedó paralizada, sin atreverse a mover ni un solo músculo. Incluso le dio la sensación de que su corazón había muerto durante un breve lapso de tiempo. – Mátala –sonó con más fuerza. Su órgano bombeó la sangre con histeria, completamente descontrolado. Venía del cuarto de baño. Había un hombre escondido ahí, entre las sombras, esperándola. Tragó saliva. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Por la ventana? – Mátala. Una sombra alargada se deslizó por el suelo de la habitación, lo que significaba que fuera quien fuese el que estaba oculto en el lavabo, estaba saliendo de su

Héctor, el impulsivo.

-Controla esa mala leche la próxima vez, ¿entendido? -frunció el ceño, molesto.- Y no vuelvas a faltarme al respeto. Se cruzó de brazos, a la defensiva. -Y tú no vuelvas a acercarte a Sun. Se me escapó una risa. -Héctor, en serio, te estás confundiendo. -¿Eso crees? -me miró con odio.- Sé cuáles son las intenciones que tienes con ella. Ahora sí que me había hecho reír. -¿De verdad? -arqueé una ceja. Desde luego el muchacho no daba una.- ¿Y qué intenciones tienes tú? Soltó un gruñido, desconcertado. Mi pregunta le había pillado por sorpresa. -Vete a clase, anda. -ordené.- Ya llegas muy tarde. Sorprendentemente Héctor me obedeció, supongo que porque la conversación se había desviado por un camino que no le convenía. Cuando subió las escaleras, observé a Yanko y a Sun discutir acaloradamente en la puerta. No parecían ponerse de acuerdo. Tuve la tentación de ir a ver qué le había sucedido a ella, porqué quería irse a su casa, pero me guardé mi curiosidad para cuando nos volviéra

Me gusta la monogamia cuando es contigo.

Abrí los ojos lentamente, todavía medio dormida. Me costó un esfuerzo sobrehumano despegar los párpados, ya que me sentía terriblemente agotada. –Buenos días –sonrió. Sus labios fueron lo primero que vi. Y luego el bigote y la perilla, enmarcándolos como si se tratara de un hermoso cuadro. Me llevé las manos a la cara y me froté los ojos con los dedos, procurando disipar cualquier pizca de sueño que me quedase en ellos. –¿Te apetece desayunar? –preguntó, en un suave susurro. Hizo ademán de levantarse de la cama, pero le detuve sujetándole rápidamente por el antebrazo. –Sólo si el desayuno eres tú. Volvió a tumbarse de lado, mirándome un tanto sorprendido. Me vi reflejada en sus pupilas y fui consciente de lo mucho que me quería. –Eso se puede arreglar –su sonrisa se hizo más amplia, cortándome la respiración. Me rodeó la cintura con un brazo y apoyó su mano sobre mi espalda desnuda, otorgándole a mi piel un poco de calidez inmediata. Me atrajo hacia él con suavidad,