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Mostrando entradas de junio, 2012

Las consecuencias de una escapada al anochecer.

La hierba estaba fría, podía notarlo. Sus pies descalzos se humedecían con las pequeñas gotas de rocío que brillaban bajo el cielo estrellado. Alzó la vista para contemplar la calma que reinaba aquella noche sobre su jardín y descubrió que ninguna nube oscura amenazaba con ocultar la luna llena. Sonrió sin saber porqué, percibiendo cómo su estómago se agitaba en su interior. Dirigió su mirada hacia el lindero del bosque, que comenzaba justo donde el jardín tocaba a su fin. Tenía una sensación extraña. Algo en su interior la impulsaba a saltarse las normas y perderse entre los árboles, ignorando las advertencias de sus seres más allegados. Se mordió el labio inferior, dubitativa. A pesar de que su casa era la más alejada de la villa nunca le había pasado nada. Las leyendas que los pueblerinos se empeñaban en inculcarle no eran más que eso; leyendas. Simples mitos para apaciguar a la gente, para hacerla débil frente a un miedo irracional e inexplicable. Su corazón empezó a bomb

Me dolía recordarle.

El verano se esfumó en apenas tres meses, dejando tras de sí infinidad de recuerdos almacenados en mi memoria. Recuerdos que compartía con mis mejores amigas, recuerdos en los que aparecía siempre Quemado y nunca mi madre, formando un batiburrillo de experiencias positivas que me hacían crecer como persona. Habría mentido si dijese que me había olvidado de él , sin embargo, con el tiempo acabó pasando a un segundo plano. Guardé su fotografía con recelo e hice varias copias, no obstante, no me veía con ánimo de contemplar su rostro. Me dolía recordarle . Me asfixiaba pensar que, a pesar de ser un extraño al que no conocía, no iba a volver a verle. A menos que le llamase. Desde el día en que Megan le había colgado el teléfono estuve tentada a hacerlo. Había tecleado su número infinidad de veces, pero nunca me había atrevido a apretar la tecla de llamada. Sentía curiosidad por saber de qué quería hablar conmigo y, sin embargo, no me veía capaz de volver a escuchar su voz. Estaba