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Mostrando entradas de junio, 2015

La princesa y su corcel.

Un chillido lleno de júbilo inundó los establos. Miró hacia la puerta y vio entrar a la pequeña corriendo. Detuvo sus labores para observarla unos instantes: su vestido estaba manchado de barro y los rizos enmarcaban su rostro de forma desordenada. —¡Vuelve aquí, mocosa! —gritó una voz grave, aunque pronto rio también. El hombre entró tras ella y la alzó en brazos. —¿Adónde crees que vas? —empezó a hacerle cosquillas. Los establos se inundaron de risas alegres mientras la niña se retorcía en brazos de su tío. —¡Quiero montar a caballo! —¿Ah, sí? —la observó arqueando una ceja. Después la levantó de nuevo para sentarla sobre sus amplios hombros, sujetándola por las pantorrillas—. ¿Y qué me dices de mí? —relinchó. La cría estalló en alegría. —¡Tú no eres un caballo! —explicó—. Eres demasiado feo. Ambos rieron una vez más antes de que el hombre saliera al trote con su sobrina.