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Mostrando entradas de 2016

Lecturas nocturnas.

    El amanecer la descubrió leyendo uno de los pergaminos de su compañera; esos que con tanto tesón cuidaba. Las sonrisas afloraron en su rostro al encontrarse leyendo sobre sí misma. Sin embargo, un movimiento captó su atención por el rabillo del ojo: Gabrielle empezaba a despertarse, así que enrolló el pergamino y lo guardó en el macuto. No quería que descubriese sus lecturas nocturnas.

¡Buenas noticias!

Hoy os traigo muy buenas noticias (o por lo menos para mí lo son). Tal vez ya lo hayáis leído en mi Facebook y en mi Twitter , pero para los más despistados… ¡¡HE TERMINADO MI PRIMERA NOVELA!! Por fin, ¡por fin!, después de muchos días (489 para ser exactos) e incontables horas, he conseguido concluir mi mejor proyecto. Durante este maravilloso viaje, he pasado por momentos de todo tipo. En los primeros meses (después de planificar la obra y lanzarme a escribir) tuve semanas en las que escribía únicamente varios días. Sin embargo, cuando empecé mis estudios en septiembre del 2015, me esforcé al máximo para mantener un ritmo constante y logré escribir 229 días seguidos. Sí, como lo leéis. Todo un logro (o por lo menos para mí). No obstante, hubo un suceso a final de curso que me desestabilizó emocionalmente y en lugar de terminar la novela en junio (tal y como tenía previsto) la terminé en septiembre del 2016. ¿Por qué? Porque dicho suceso me afectó tanto que apenas escribí durant

Premio «Best Blog».

Hola, lectores. Hoy os traigo una nueva entrada especial, y es que  Mi mundo de papel  me ha nominado al «Best Blog». Muchas gracias, por cierto. ♥ Las reglas son las siguientes: Seguir al blog que te nominó y cuando lo sigas dejar un comentario para que te siga de vuelta. Contar once cosas sobre ti. Responder a las preguntas que preparó la persona que te nominó. Hacer once preguntas nuevas para que respondan las personas que nomines. Nominar a once blogs con menos de doscientos seguidores y cuando lo hagas dejar un comentario en sus blogs para avisarles. Aquí tenéis las once cosas sobre mí: 1. Me encanta leer y también dibujar, aunque con lo que verdaderamente disfruto es con la escritura. 2. Me gustan mucho los animales y adoro a los mamíferos. 3. Antepongo la vida de un perro o de un gato a la de un humano. 4. Soy muy golosa. 5. Soy muy pesimista. La palabra que siempre tengo en la boca es «No». 6. Cuando me deprimo puedo dormir muchas horas seguidas.

Sí, señor director.

Tenía las manos apoyadas en el escritorio, inclinándose hacia ella igual que un depredador. Permanecía tenso y aun así, sonreía. Estaba ensalzando sus buenas notas, pues había conseguido las mejores calificaciones de todo el centro. Según le contaba el director, pronto le darían el premio a la mejor alumna. Se removió en la silla, sin apartar la mirada de sus manos nudosas. Tenía las uñas impolutas, muy bien recortadas y unos dedos largos y elegantes. Inspiró hondo, consciente del ritmo veloz de sus pulsaciones. Pudo observar sus antebrazos y el vello rubio que los poblaba porque se había arremangado la camisa. Que no funcionase el aire acondicionado sólo empeoraba las cosas. Volvió a removerse en el asiento cuando le imaginó jugueteando con un mechón de su melena oscura, sin borrar la sonrisa torcida de sus labios. Intentó reprimir sus anhelos, concentrarse en su voz, no obstante, acabó perdiéndose en su propio mundo. Se imaginó desnuda frente a él, sentada en su escritorio, at

Los detalles nimios son siempre los más dulces.

  El traqueteo del carruaje le resultaba incómodo, pero ya casi habían llegado. Ambos tenían la mirada perdida a través de sus respectivas ventanas. Él sumido en sus pensamientos y ella admirando los colores cálidos del ocaso. En un punto del cielo, semioculta por la espesa frondosidad de la arboleda, se podía distinguir la luna menguante de una tonalidad casi translúcida. Las comisuras de sus delicados labios se curvaron, imitando su forma. Sin embargo, la calma armoniosa de la escena se desmoronó cuando el corazón le dio un vuelco inesperado. Sus mejillas se tiñeron de grana y con un valor impropio en ella se atrevió a mirarle de reojo. Allí, donde su mano descansaba sobre el asiento, sus meñiques se habían entrelazado. La ilustración pertenece a  Nami64 , para verla con mejor calidad pincha aquí .

Ni el hombre más frío.

Los rayos del sol atravesaban la ventana, llenando el dormitorio de luz. No obstante, ella seguía durmiendo. Su rostro infantil permanecía en completa calma, víctima de un sueño profundo. De vez en cuando se le escapaba algún suspiro, aunque permanecía inmóvil. Sonrió. Verla tan apacible junto a él se le antojaba una delicia. Se arrimó más a su esposa, la cubrió mejor con las sábanas y le acarició el abultado vientre. Su heredero dormía, igual que la madre. La encontró tan bella que no pudo evitar llenarla de besos muy dulces, incapaz de resistirse. —Despierta, criatura —le pidió en un susurro. Su embarazo estaba tan desarrollado y ella era tan frágil, que se pasaba la mayor parte del día durmiendo, agotada por el peso del bebé—. Vamos, el sol ha salido hace mucho. La escuchó gimotear y tuvo que besarla con más insistencia para que abriese por fin los ojos. Esbozó una sonrisa torcida al ver su desconcierto. —Le diré a las criadas que traigan el desayuno, ¿te parece bien? —le r

Hombre-león.

Hombre-león era como un volcán; coloso y pétreo. Estaba formado por una ira ardiente, que desataba con una frecuencia asombrosa. Cuando esto sucedía, cuando entraba en erupción, sólo Niña-cierva era capaz de devolverle la quietud (a pesar de que en muchas ocasiones era ella misma quien desataba su cólera). Hombre-león era duro y seco, como la tierra tras lunas sin llover. Nadie poseía el valor necesario para adentrarse en sus dominios. Nadie, excepto Niña-cierva. Esa criatura frágil y torpe era la más valiente de todas. Pese a su avanzada edad, Hombre-león tenía las patas fuertes. Había aprendido a caminar en solitario, ahuyentando a todo aquél que pretendía hacerle sombra. La única presencia que toleraba era la de Niña-cierva, cuyo candor incuestionable le producía paz en el espíritu. Las malas intenciones no tenían cabida en ella, al contrario; su generosidad era abrumadora. Además, siempre andaba junto a él, calmando cada una de sus explosiones y regalándole una atención inmere

Niña-cierva.

Niña-cierva era como un lago; tranquila y profunda. Albergaba oscuridad en su interior, frío y sed. Era un paraje moribundo, casi yermo. La noche más larga. El helor de la muerte. Niña-cierva era frágil y quebradiza, como la rama reseca de un matorral. Cualquier incauto podía fracturarla si no se andaba con ojo, por eso Hombre-león se esmeraba tanto en alejarla del mundo. Niña-cierva tenía alas, pero no sabía volar. ¿Cómo iba a saber si apenas había aprendido a caminar? Hombre-león siempre la ayudaba con el hocico cuando sus débiles patas la hacían caer al suelo. La levantaba con paciencia y se aseguraba de que ninguna pérfida sabandija interrumpiese su aprendizaje, espantando a los entrometidos con su mal genio. De ese modo, Niña-cierva estaba cuidada a todas horas, en un mar de algodones que la alejaban de la oscuridad. Niña-cierva se sentía a salvo cuando Hombre-león la vigilaba y disfrutaba enormemente de esa relación paternofilial que mantenía con él, pues veía verdadera de

A veces el invierno.

—¿Sabes? A veces el invierno es un estado de ánimo. Le vi sonreír. Todavía no me acostumbraba a que sus labios se curvasen levemente en mi dirección. Me resultaba muy complicado creer que era la dueña de sus sonrisas, que me pertenecían. —¿Por qué dices eso? El sol empezaba a ponerse cuando me acarició el rostro. Algunos copos de nieve se me habían quedado colgando de diversos mechones del pelo, decorándolo como un árbol de Navidad. Me encogí de hombros al escuchar su pregunta. El frío me había enrojecido la piel. —Es así —murmuré. Una nube de vaho abandonó mis pulmones—. A veces las personas sufren un letargo indefinido. Duermen. O mueren, no sé. No son ellas. Tal vez necesitan el empujón de una tercera persona. O un pinchazo. O una bofetada, ya me entiendes. Algo que las despierte. Él volvió a sonreír. Sentí que la sangre se volvía más cálida debido a un efecto rebote. Era preocupante lo que me hacía sentir con una mera curvatura de sus labios. —Te entiendo —él también

La hija del rey.

El caballero anónimo alzó la lanza cuando derribó a ser Willyn del corcel, mientras los vítores resonaban por el campo en una sinfonía irregular. Myranta tenía los ojos glaucos llenos de luz, sin salir de su asombro. Había oído tantas historias sobre ese caballero misterioso que ya era una leyenda en su corazón. No obstante, todas las habladurías habían resultado ser ciertas, pues no existía nadie capaz de derrotar a ser Willyn, el mejor caballero del reino. La joven permaneció en su sitio unos minutos más después de que su honorable vendedor abandonara el campo en dirección a su tienda. Nadie sabía su identidad, ni siquiera su propio escudero. Inspiró hondo antes de ponerse en pie y marcharse disimuladamente de allí con una excusa muy pobre. Tenía que hablar con él, hacerle partícipe de sus sentimientos, así que le siguió desde cierta distancia. Cuando le vio atravesar la lona de su tienda, aguardó. Los soldados de su padre pululaban por doquier, más todos parecían demasiado ocupad