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Mostrando las entradas etiquetadas como Microrrelato

Su secreto mejor guardado.

La vio tumbada en la hierba, a la sombra de un abedul. Entre las manos tenía un libro abierto de par en par, que leía absorta mientras con los dedos de los pies acariciaba las briznas verdes del suelo. Se fijó en la palidez de su piel y en la fragilidad de sus tobillos. Tragó saliva, fantaseando con que una ráfaga de viento le levantase el vestido hasta la cintura y destapase su secreto mejor guardado.

Lecturas nocturnas.

    El amanecer la descubrió leyendo uno de los pergaminos de su compañera; esos que con tanto tesón cuidaba. Las sonrisas afloraron en su rostro al encontrarse leyendo sobre sí misma. Sin embargo, un movimiento captó su atención por el rabillo del ojo: Gabrielle empezaba a despertarse, así que enrolló el pergamino y lo guardó en el macuto. No quería que descubriese sus lecturas nocturnas.

El costurero.

Enhebró la aguja, la hundió en su carne. Emmeline sintió una punzada de dolor entre los omóplatos, pero fue incapaz de moverse. Le miró de reojo a través de un velo de lágrimas mientras su captor seguía bordando su obra. —¿Sabes? —se inclinó hacia ella y, sin dejar de sonreír, le susurró al oído sus planes—: Vas a ser un cuadro precioso.

Algo mejor que un cocodrilo.

Escuchó un chapoteo próximo a su canoa. Soltó los remos, girándose hacia todas partes. Odiaba a los cocodrilos, tenían demasiados dientes. Inspeccionó las aguas turbias, pero pronto se le atragantó el corazón cuando una náyade emergió a la superficie. Antes de poder reaccionar, la joven le escupió un chorro de agua al rostro, se echó a reír y volvió a desaparecer.

Algo fresco.

Saltó al contenedor a media noche, cayendo grácilmente sobre una bolsa de basura. La arañó. Consiguió abrirla tras varios intentos, para luego empezar a rebuscar con las zarpas. Descubrió algo fresco entre la porquería. Una oreja. La masticó, triturando los cartílagos con sus afilados dientes. Después agitó los bigotes, añorando el sabor de una buena sardina.

Colisión.

El cuervo se chocó contra la ventana con tanta fuerza que dejó una gota de sangre en el cristal. Me puse las gafas y seguí leyendo. La imagen pertenece a As00 . Para verla con mejor calidad, pincha aquí .

A la deriva.

Flotaba. Su cuerpo inconsciente era arrastrado hacia las profundidades del océano. Cuando abrió los ojos, percibió sombras a su alrededor. Estaba mareado y le pitaban los oídos debido a la gran explosión. Inspiró hondo, pero sus fosas nasales se inundaron con agua de mar. Comenzó a toser. Se ahogaba. Su parte más racional le recordó que moriría en poco tiempo y puso remedio. Salió a la superficie haciendo un esfuerzo inhumano, pues había perdido las fuerzas. Abrió la boca y tomó una enorme bocanada de aire, mas sus pulmones se llenaron de humo y ceniza. Justo en frente de él, su navío ardía en mitad de la noche.    La imagen pertenece a Ari Suonpää . Para verla con mejor calidad, pincha aquí .

La lista.

Le vio de pie bajo la luz titilante de una farola. Contuvo el aliento y se acercó apresuradamente, haciendo resonar sus tacones en mitad de la noche. No hubo palabras. El hombre le tendió un sobre cerrado. Cuando lo aceptó y abrió descubrió una lista de nombres, entre los cuales se encontraba el suyo. El desconocido sonrió. Sacó una pistola. Disparó.

La luciérnaga.

Extendió las manos hacia el fuego de la chimenea, en un vano intento por entrar en calor. Sin embargo, algo captó su atención por el rabillo del ojo. Al volverse, vislumbró una luciérnaga purpúrea volando junto a él. Gruñó. Alcanzó el volumen que descansaba sobre la mesa y la aplastó contra la superficie de madera. Cuando retiró el grueso libro descubrió que el insecto había triplicado su tamaño, desvelando así su verdadera forma. Había matado un hada. La imagen pertenece a ElenaDudina. Para verla con mejor calidad pincha  aquí .