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Mostrando entradas de octubre, 2015

La Zona Siete: primera parte.

Subió las escaleras mecánicas corriendo, aunque éstas se encontraban fuera de servicio. La explosión se había escuchado por todo el centro comercial y Beth tenía que verlo . El suelo había temblado tanto que las pocas personas que se encontraban por allí tuvieron que apoyarse en las paredes para no caer. Se acomodó la mochila en la espalda y llegó hasta el segundo piso con el corazón en un puño. Las rápidas pulsaciones indicaban los nervios que la invadían. Cuando por fin logró acercarse a las puertas acristaladas, tuvo que contener el aliento. Algunos refugiados pasaron junto a ella para descender a las plantas subterráneas con cierta prisa. Sin embargo, la joven contemplaba el exterior con los ojos muy abiertos. La ciudad en ruinas conseguía cautivarla. Era una sensación grotesca. Los edificios derruidos desprendían tentáculos de humo negro que se perdían al acariciar el cielo gris. Inspiró hondo en un vano intento por relajarse. En la terraza del exterior se veían a varias pers

Algo mejor que un cocodrilo.

Escuchó un chapoteo próximo a su canoa. Soltó los remos, girándose hacia todas partes. Odiaba a los cocodrilos, tenían demasiados dientes. Inspeccionó las aguas turbias, pero pronto se le atragantó el corazón cuando una náyade emergió a la superficie. Antes de poder reaccionar, la joven le escupió un chorro de agua al rostro, se echó a reír y volvió a desaparecer.

Algo fresco.

Saltó al contenedor a media noche, cayendo grácilmente sobre una bolsa de basura. La arañó. Consiguió abrirla tras varios intentos, para luego empezar a rebuscar con las zarpas. Descubrió algo fresco entre la porquería. Una oreja. La masticó, triturando los cartílagos con sus afilados dientes. Después agitó los bigotes, añorando el sabor de una buena sardina.