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Mostrando entradas de julio, 2017

El señor Lagarto: primera parte.

Me senté en el banco del pasillo que había frente a su clase. La puerta permanecía cerrada, aunque se veían las luces encendidas a través del ojo de buey. El señor Lagarto debía de estar dentro pese a que acababa de sonar el timbre que anunciaba el inicio del descanso. Su puntualidad era conocida por todos, igual que su riguroso orden a la hora de planificar el temario de cada clase. Inspiré profundamente y empecé a abrir la cremallera de mi mochila. Paré de pronto; los nervios me acariciaban el estómago. Me levanté, avancé hasta la puerta y me asomé por el ojo de buey. Esperé ver al señor Lagarto escribiendo en la pizarra, pero me encontré el aula vacía. Fruncí el ceño y cuando reparé en el maletín que descansaba sobre la mesa del profesor, ya era demasiado tarde: al girarme le vi avanzando por el pasillo con paso firme, en una marcha que se me antojó militar. Debido a su corta estatura le comparé con un soldadito de juguete. Regresé al banco, me senté junto a mi mochila y saqué