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Mostrando entradas de octubre, 2011

Sun's nightmare.

Le vi en el patio del instituto, en las pistas de fútbol, hablando con mi tío. Hacía viento. Y frío. Su pelo se zarandeaba de un lado a otro, revolviéndose y tapándole los ojos de vez en cuando. La ropa también le ondulaba debido al aire. Me miró durante unos instantes y se me encogió el corazón. Sonrió, observándome desde la distancia con detenimiento, ignorando las palabras de Fernando. Algo en mi interior me empujaba hacia él, tal vez la necesidad de tenerle cerca. Miré a mi alrededor, preocupada. Sentí un grato alivio al comprobar que no había nadie más en el patio que pudiera verme. Sólo estábamos nosotros tres, así que me armé de valor y caminé hacia ellos, un tanto insegura. Su sonrisa se hizo más amplia, proporcionándome la confianza que me faltaba para llegar hasta él. Mi tío continuó con su monólogo, sin reparar en mi presencia. Parecía estar obcecado en algo. Hablaba, pero no le entendía. No era capaz de escucharle, puesto que mis sentidos estaban pendientes de él. Max tam

Jack (II).

Entraron en el piso a trompicones, abrazados, comiéndose el uno al otro con desesperación, sin dejar que el aire se interpusiera entre sus cuerpos, presas de los efectos del alcohol mezclados con una buena dosis de desamor. –Ven, vamos al dormitorio –urgió ella, apretando su mano y conduciéndolo hacia allí. Él se detuvo en seco. Siempre había pensado que el dormitorio merecía guardar recuerdos hermosos, compartidos con la otra mitad de su corazón, no una prueba cutre de la necesidad entre dos personas. –No –se negó, acordándose de ella y reservándose esa estancia para un futuro que tal vez nunca llegaría. Dio media vuelta y caminó hacia el comedor, arrastrando a la muchacha tras él. Una vez dentro, la levantó en brazos y la depositó sobre la mesa de madera, arrancándole besos furtivos y obligándola a que sucumbiera a sus encantos. –¿No quieres saber mi nombre, Jack? –le preguntó mientras le desabrochaba la camisa con impaciencia. –No. Cállate –contestó, agrio, mientras le

El local.

–Ten cuidado, aquí hay un escalón. Tiró de sus manos con suavidad, arrastrándola lentamente hacia el desnivel del terreno que dificultaba el acceso al interior del edificio. La joven, con una venda ocultando sus ojos, alzó el pie y alcanzó el escalón sin problemas gracias a la ayuda de su guía. –¿Me vas a decir ya adónde me llevas? –preguntó sonriente, sin poder reprimir su curiosidad. El hombre que la acompañaba abrió una puerta acristalada, aguantándola contra la pared para que ella pudiera pasar. Le colocó una de sus manos detrás de su espalda para que supiera que seguía a su lado, que no se había ido, y la empujó cuidadosamente hacia el interior del local. Una vez dentro, el hombre cerró la puerta sin romper el contacto físico que les unía, situándose justo detrás de ella y acariciándole la venda que reposaba sobre sus párpados, lentamente. –Ya hemos llegado –anunció, en un susurro sobre su oreja. Sin querer le rozó el lóbulo con los labios, provocando que una descarga el