Ir al contenido principal

¿Cuál es el precio que tengo que pagar?

Una profunda oscuridad cubría la ciudad bajo un manto de nubes ennegrecidas, ocultando la luna mientras la lluvia golpeaba la calle empedrada con fuerza, produciendo un sonoro estruendo que eclipsaba cualquier otro ruido. Una sombra encorvada corría pegada a las fachadas empobrecidas de las casas, de tan solo dos pisos de altura, tapada con una gruesa manta para impedir que el agua alcanzara su ropa deshilachada. Se metió por angostos callejones, vigilando los vanos de las sombrías ventanas para comprobar que nadie la observaba desde las alturas. Dobló una esquina y suspiró aliviada al comprobar que no se había perdido, que había encontrado el sitio que andaba buscando. Frente a ella se alzaba una casa circular, muy vieja, con hierbajos saliendo de entre los sillares y ventanas retorcidas, con cristales opacos que mostraban una tenue luz en su interior. Un rayo iluminó el cielo, mostrando el tejado cónico de la cochambrosa arquitectura, expulsando un humo negro que se mimetizaba con la noche. Caminó hacia la puerta de madera, insegura, debatiéndose entre dar media vuelta o continuar con sus planes. La incansable lluvia le ayudó a decidirse; aferró con una de sus temblorosas manos la aldaba de hierro en forma de ojo y llamó tres veces, con más intensidad de la que había pretendido. La puerta se abrió lentamente, produciendo un ruido agudo, resentida. La muchacha contempló el interior de la casa desde la distancia, sin atreverse a entrar.
–¿Piensas quedarte ahí? –una voz femenina la invitó desde algún rincón.
Tragó saliva y caminó hacia el interior, asustada. La puerta se cerró tras ella, emitiendo otro sonido lastimero.
–¿Qué deseas?
La chica localizó el foco de la voz, que provenía de una mujer situada al otro lado de una mesa de roble, cubierta por cuantiosos frascos de cristal, cada uno con un líquido o un objeto diferente, tapados con un tapón de corcho. Una chimenea encendida caldeaba la casa, proporcionándole la luz que se veía desde el exterior, junto con varias velas negras colocadas sobre las repisas de las ventanas, las estanterías de una librería, y la mesa. Un cuervo negro descansaba sobre un poste de madera, situado en un rincón, mientras varios ratones correteaban de un lado a otro, encondiéndose en los agujeros de la pared.
–¿Y bien? –se impacientó, contemplando los ojillos nerviosos que se veían debajo de la capa de su nueva clienta.
–Pues... –empezó ella, con un hilo de voz–. Quiero... quiero una poción.
La bruja soltó una risa mordaz.
–¿En serio? ¿Qué clase de poción? –preguntó, mientras se acariciaba el cabello rosado, lleno de tirabuzones despeinados.
La joven buscó las palabras adecuadas:
–Una que me haga cambiar.
La anfitriona curvó una ceja hacia arriba.
–¿Qué es lo que quieres cambiar? –caminó hacia ella hasta situarse justo enfrente.
–Mi aspecto –desvió la mirada hacia el suelo, avergonzada.
–Quítate la manta –ordenó.
La muchacha obedeció, dejando caer al suelo la pesada tela empapada de agua. La bruja ladeó la cabeza, mirándola de arriba a abajo, contemplando su frágil y esmirriado cuerpo, de pequeña estatura, sus brazos largos y sus piernas flacas, su rostro cubierto por una tez cerúlea, dotando a sus labios agrietados de un mayor protagonismo y esos ojos diminutos, negros como las profundidades del océano, moviéndose de un lado a otro, nerviosos, semiocultos por varios mechones de su pelo castaño, grasiento y estropeado.
–¿Estás segura? –le preguntó.
–Sí –murmuró.
La anfitriona caminó de nuevo hacia la mesa y observó los frascos, buscando los ingredientes indicados. Llenó un puchero con agua y a continuación introdujo en él una pluma de cuervo, dos ojos azules de gato, varias escamas de pez y tres fresas para posteriormente añadirle un líquido fucsia que guardaba en un frasco triangular. Finalmente puso el puchero a hervir en la chimenea y removió su contenido burbujeante regularmente con una cuchara de madera. Cuando estuvo listo lo retiró del fuego y lo colocó sobre una base metálica situada sobre la mesa. Alcanzó un vaso polvoriento de la alacena y lo llenó con la poción turbia.
–¿Estás segura de que quieres hacerlo? –volvió a preguntar, insistente–. Una vez te la hayas bebido, no podrás volver atrás. Piénsalo bien. Aún estás a tiempo de cambiar de opinión.
–No –negó la chica–. Quiero hacerlo. Estoy segura.
La bruja le tendió el vaso humeante y contempló como la joven se lo llevaba a los labios.
–Bébetelo entero –ordenó.
La chica tragó ruidosamente hasta la última gota. A los pocos segundos, un destello de luz salió de su cuerpo, envolviéndola por completo e impidiéndole la visión. El vaso resbaló de entre sus dedos y cayó al suelo con estrépito, partiéndose en mil pedazos. Se sintió profundamente mareada, notando como su cuerpo sufría un cambio irreversible. Al cabo de varios minutos, la iluminación cesó lentamente, otorgándole la visión que le había sido arrebatada. La muchacha se notó extraña y buscó con la mirada a la bruja, que la observaba desde el otro lado del salón, sujetando entre las manos un espejo de cuerpo entero.
–Acércate y mira tu reflejo.
La joven se situó enfrente del cristal y sonrió complacida al descubrir una nueva visión de ella misma. Su cuerpo se había estirado y ahora tenía unas bonitas curvas que moldeaban su figura bajo una ropa que seguía estando vieja. Sus piernas eran largas y elegantes y sus brazos finos. Su tez era pálida, pero poseía una suavidad insospechada, mientras que unos pómulos altos le hacían el rostro más ovalado. Los labios rojos contrastaban con el azul claro de sus ojos. El pelo azabache le caía lacio sobre los hombros, con un brillo difícil de igualar.
–¿Cómo te ves? –le preguntó la anfitriona desde detrás del espejo.
–Preciosa –sonrió alegre, enseñando unos dientes perlados–. ¿Cuál es el precio que tengo que pagar?
La bruja rió con amargura antes de contestarle:
–La incertidumbre de no saber si los hombres se acercarán a ti por tu cuerpo o por tu personalidad.

Comentarios

  1. Sublime, en serio. Me ha gustado mcuho ^^
    Y la frase final tiene una gran verdad, por desgracia TT

    ResponderEliminar
  2. Como siempre, magnífico. Coincido con Kirtashalina, la última frase es desgraciadamente una gran verdad, y, como diría mi profesora de castellano, la conclusión perfecta para el tema del texto. :)

    ResponderEliminar
  3. Impresionante! Es un relato que mezcla la fantasía con la pura realidad :S
    Es perfecto, me ha encantado :)

    ResponderEliminar
  4. Guau!! Me encantan todos tus relatos porque siempre acaban como de repente, dándole un toque filosófico al asunto, y éste no es menos que los anteriores!! Muy bueno!!

    ResponderEliminar
  5. ¡Jajajaja! Muchas gracias, Atanila. x) La verdad es que procuro que tengan un toque crítico o educativo que hagan reflexionar a los lectores. :)

    ResponderEliminar
  6. Tengo que resaltar sin lugar a dudas lo excelente de los detalles, ese pequeño poder de transportarnos a la historia :D
    La fantasía de las brujas con una realidad de siempre, una mezcla de ingredientes muy acertada (:

    ResponderEliminar
  7. Me encanta el detallismo de la historia... como consigues con cada palabra llevarnos al lugar donde sucede todo y como después de algo tan fantástico consigues meter una verdad tan grande como un templo.
    Me gusta como escribes! Sigue así!

    ResponderEliminar
  8. Está bien escrito, con la moraleja al final y claras connotaciones que desfiguran los cánones actuales de belleza.
    La única pega que encuentro es que no deberías de abusar de los adjetivos porque hacen pesadas las frases recalcando demasiado algunos aspectos.
    Por lo demás está bien^^.

    un saludo :)

    ResponderEliminar
  9. Me ha gustado mucho. Lo peor no es que los demás no te quieran, lo más pésimo es no quererse a uno mismo.

    Ojalá hubiera tales pociones pero para cambiar otro tipo de cosas.

    Un beso, sigue así.

    ResponderEliminar
  10. Me encanta que cuando escribes, todo tiene una moraleja. Eso hace que tus escritos parezcan cuentos y a mi me enantan los cuentos.
    Esta genial escrito y el tema de las brujas me apasiona. Por cierto, esa imagen de la bruja pertenece a una pequeña colección de varias imagenes (con otras brujas muy chulas)^^
    Y ahora lo de la frase final. Por experiencia un tío siempre se acerca a una chica por su físico, siempre. Que se quede con ella por lo que tiene dentro del coco o del corazón eso ya es otra cosa pero, normalmente los tíos siempre van a imotivados por lo de fuera. También te digo, que la mayoría, si la tía solo es carne y nada de mente, pasan de ellas rápido.
    Un besazo y me ha encantado ^^

    ResponderEliminar
  11. Un fantástico relato mezclando la antigua brujería con las inquietudes de una muchacha poco agraciada. Es estupendo. No todos vamos buscando lo mismo por supuesto, esa chica antes de acudir a una bruja tendría que valorarse así misma y pensar por ella no por lo que opinaran los demás.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reseña de «Sin conciencia: el inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean».

Título: Sin conciencia: el inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. Autora: Robert D. Hare. Editorial: Paidós (Espasa Libros). Traducción: Rafael Santandreu. Género: ensayo (psicología). Número de páginas: 282. Encuadernación: Tapa blanda con solapas. Precio: 17’10€. Sinopsis: A la mayoría de la gente le atraen y a la vez le repelen las imágenes de asesinos fríos y sin conciencia que pueblan películas, programas de televisión y titulares de prensa. Con su flagrante violación de las normas sociales, los asesinos en serie se hallan entre los ejemplos más espectaculares del universo de la psicopatía. Los individuos que poseen este trastorno de la personalidad se dan cuenta de las consecuencias de sus actos y conocen la diferencia entre el bien y el mal, pero son personas carentes de remordimientos e incapaces de preocuparse por los sentimientos de los demás. Quizá lo más espeluznante sea que, muchas veces, para sus víctimas son sujetos completamente no

Reseña de «Cartas a Theo».

      Título:   Cartas a Theo. Autor: Vincent van Gogh. Editorial: Alianza. Traducción: Francisco de Oraá. Género: autobiografía, drama, arte, epistolar. Número de páginas: 486. Encuadernación: Tapa blanda. Precio: 13’30€.   Sinopsis: Conservada gracias a una serie de azarosas circunstancias, la correspondencia de Vincent van Gogh (1853-1890) con su hermano menor Theodorus constituye un testimonio sin par de la existencia del genial pintor, pero también de su evolución pictórica y espiritual. En ella están las crisis personales y de conciencia, los incesantes apuros económicos, las esperanzas y las decepciones, pero sobre todo la pasión febril de Van Gogh por la pintura. Sus cuadros y dibujos, valorados poco o nada en vida, han acabado convirtiéndose, paradójicamente, en piezas preciadas de las colecciones artísticas, además de alcanzar cifras millonarias en las subastas e instalarse entre las que gozan de mayor favor del público. La presente selección, que reún

Reseña de «3096 días».

Título: 3096 días. Autora: Natascha Kampusch. Editorial: Aguilar. Género: autobiografía, drama, terror. Número de páginas: 240. Precio: 7’59€ (digital. Ya no se edita en papel). Sinopsis: Natascha Kampusch   relata los ocho años de secuestro que sufrió a manos de Wolfgang Priklopil, un ingeniero en electrónica de mediana edad que vivía a escasos kilómetros de la familia Kampusch en Viena. Un testimonio desgarrador sobre el instinto de supervivencia en el que una niña de 10 años establece una relación de dependencia con su secuestrador para poder sobrevivir en un zulo de apenas cinco metros cuadrados, iluminado por una sola bombilla y aireado por un ventilador renqueante que gira día y noche. Ella explica y razona cómo para sobrevivir tenía que obligarse a sí misma a perdonar a diario los abusos sufridos para poder aguantar un día más la tortura física y psicológica. La pérdida de contacto con la realidad la debilita tanto que tiene que hacerse una reconstrucción m