Autor:
Vincent van Gogh.
Editorial:
Alianza.
Traducción:
Francisco
de Oraá.
Género: autobiografía, drama, arte, epistolar.
Número de páginas: 486.
Encuadernación: Tapa blanda.
Precio: 13’30€.
Sinopsis:
Conservada gracias a una serie de
azarosas circunstancias, la correspondencia de Vincent van Gogh (1853-1890) con
su hermano menor Theodorus constituye un testimonio sin par de la existencia
del genial pintor, pero también de su evolución pictórica y espiritual. En ella
están las crisis personales y de conciencia, los incesantes apuros económicos,
las esperanzas y las decepciones, pero sobre todo la pasión febril de Van Gogh
por la pintura. Sus cuadros y dibujos, valorados poco o nada en vida, han
acabado convirtiéndose, paradójicamente, en piezas preciadas de las colecciones
artísticas, además de alcanzar cifras millonarias en las subastas e instalarse
entre las que gozan de mayor favor del público. La presente selección, que
reúne lo más sustancial de las Cartas a Theo, va precedida de una
útil e iluminadora introducción de David García López que, al tiempo que traza
una viva semblanza de la vida del pintor, da cumplida cuenta del contexto de
esta correspondencia que permite al lector asomarse a una experiencia vital tan
fascinante como sobrecogedora. También en esta colección: Vincent van
Gogh: Vida y obra, de Uwe M. Schneede.
Opinión personal:
Antes que nada, debo aclarar que esta reseña va a ser distinta a las que
suelo hacer normalmente. Los que me conocéis un poco sabéis lo mucho que me
gusta Van Gogh. En mi adolescencia ya me llamaba la atención tanto por sus
obras como por esa fama de pintor «loco» que a día de hoy aún le rodea. Sin
embargo, mi visión sobre él cambió completamente cuando vi la película Loving Vincent —se ha convertido en una
de mis favoritísimas—, pues pude conocer parte de su historia y comprender al
hombre que había detrás de esa mal llamada locura. Desde que vi esa película he
tenido muy presente al artista y cuando me enteré de que habían recopilado y
traducido las cartas que le enviaba a su hermano, supe que tenía que leerlas.
Bien: he acabado destrozada. Si la
película ya me llegó al corazón, conocer
a Van Gogh a través de su propia voz ha conseguido conmoverme mucho más de lo
que imaginaba. A lo largo de los últimos años he leído algunas
autobiografías muy duras, como por ejemplo Instrumental,
Gritos silenciosos o 3096 días. Sin embargo, ninguna me ha
afectado de la forma que lo ha hecho Cartas
a Theo. Esto, evidentemente, ha sido una experiencia subjetiva basada en la
empatía que siento hacia el pintor. Es muy probable que otra persona lea sus
cartas y le afecte menos. En mi caso, mi malestar se debe a lo mucho que he
llegado a identificarme con Van Gogh. Por eso, con esta reseña quiero aportar
mi granito de arena para seguir derribando el mito de «pintor loco» y enseñaros
una pequeña parte del hombre que realmente era. Así, esta entrada va a
contener numerosas citas extraídas de sus propias cartas que me ayudarán a defender mi postura.
¿Qué nos vamos a encontrar dentro de la obra?
Para que os hagáis una idea, este es el
índice donde aparecen las cartas ordenadas cronológicamente:
- Prólogo. Van Gogh, vida y arte a través de la correspondencia, por David García López.
- Nota bibliográfica.
- Londres (julio de 1873 – mayo de 1875).
- París (mayo de 1875 – marzo de 1876).
- Amsterdam (9 de mayo de 1877 – julio de 1878).
- Etten (22 de julio – 15 de agosto de 1878).
- Bruselas (agosto – 15 de noviembre de 1878).
- Borinage (15 de noviembre de 1878 – 24 de septiembre de 1880).
- Bruselas (15 de octubre de 1880 – 12 de abril de 1881).
- Etten (abril – diciembre de 1881).
- La Haya (diciembre de 1881 – septiembre de 1883).
- Drenthe (septiembre – noviembre de 1883).
- Nuenen (diciembre de 1883 – noviembre de 1885).
- Amberes (noviembre de 1885 – febrero de 1886).
- París (marzo de 1886 – febrero de 1888).
- Arlés (febrero de 1888 – mayo de 1889).
- Saint-Rémy (mayo de 1889 – mayo de 1890).
- Auvers-sur-Oise (21 de mayo – 29 de julio de 1890).
- Cronología.
Asimismo, las cartas se centran en dos temas fundamentales: la vida artística y
la vida personal de Van Gogh. Estos temas se entremezclan a lo largo de las
misivas, pero me dio la sensación de que al inicio del libro el pintor hablaba
menos de su vida privada y, conforme pasaban los años —y sus enfermedades se
hacían patentes— se abría a Theo de una forma más íntima y personal.
Aclarado esto, voy a explicar los temas
que trata cuando se centra tanto en su vida artística como en su vida personal.
Sin embargo, recordad que estos temas no aparecen separados en el libro, sino
que se entremezclan unos con otros a lo largo de la correspondencia.
Vida artística:
Van Gogh habla mucho de arte a todos los
niveles. A su hermano le cuenta cuáles son sus pintores de referencia, qué
hacía X artista que a él le entusiasmaba tanto o qué tal era su relación con
los demás pintores (como Gauguin). Por supuesto, también le habla continuamente
de las obras que está realizando. Esto me parece maravilloso porque Van Gogh le describe a Theo detalladamente
los cuadros en los que está trabajando «a tiempo real». Es decir, el lector
puede conocer sus obras más famosas y lo que quería plasmar o transmitir en
ellas de la propia voz de Van Gogh. Para nada me esperaba que sus cartas
tuviesen ese nivel descriptivo y, sinceramente, es una suerte que podamos
conocer su arte de esa forma tan minuciosa. Por ejemplo, a mí me hacía mucha
ilusión «oírle hablar» de Los comedores
de patatas, de sus Girasoles, de
sus retratos y autorretratos, de su serie de los Cipreses, de la de los Jardines,
de su pintura Noche estrellada o de
la Noche estrellada sobre el Ródano,
de su Terraza de café por la noche o
del retrato de El Doctor Paul Gachet y el de su hija, Marguerite Gachet al piano, entre muchos
otros. De verdad, no os imagináis lo enriquecedor que es esto. Además, conforme
leía, iba buscando en Internet sus obras para poderlas admirar a la vez que él
hablaba de ellas. En ese aspecto, la lectura ha sido alucinante. Por supuesto,
Van Gogh también se centra mucho en los
colores y en la técnica que utiliza, así como en los materiales, los pigmentos,
etc. Incluso le da a Theo una lección sobre la teoría del color, hecho que
me dejó anonadada.
Por otra parte, el artista no solo habla
de los pintores a los que admiraba, cuadros que le encantaban o sus propias
obras, sino que también habla mucho de
literatura. Reconozco que me sorprendió descubrir que Van Gogh fuese un
ávido lector. Por ejemplo, ¿sabíais que leía a Shakespeare siempre que podía?
Continuamente le estaba prestando libros a Theo o recomendándole lecturas.
¡Incluso menciona en sus cartas a El
Quijote!
Vida personal:
Aquí viene la parte más trágica del
libro y de la que más me va a costar hablar: su vida personal, aquella basada en las relaciones sociales, es terriblemente triste. Muchos
expertos han tratado de esclarecer qué enfermedades sufría y, al parecer, las
que más encajan con los síntomas que presentaba son la bipolaridad, la
epilepsia y la esquizofrenia. Me cuesta creer que algún día se llegue a un
diagnóstico definitivo, pero mi humilde teoría es que debía de ser bipolar y,
además, estar padeciendo alguna de las otras dos enfermedades (o ambas). Teniendo en cuenta lo poco desarrollada que
estaba la medicina en el siglo XIX, es normal que Van Gogh no pudiese controlar
sus crisis. Sin embargo, eso no le convierte en un «loco», ni en una mala
persona, sino en un hombre enfermo que no tenía los recursos —porque no
existían— para tratarse. De hecho,
Vincent está muy lejos de ser un demente o un hombre deplorable. Veamos por
qué:
Van Gogh estuvo probando suerte en
distintas profesiones —sin éxito— hasta que, con veintisiete años, encontró su
vocación de artista. Desde ese momento, el arte fue —junto a su hermano— el eje
fundamental de su vida. No obstante, no
lograba vender sus cuadros y, por consiguiente, tampoco tenía ingresos: era
Theo quien le ayudaba económicamente para que pudiera dedicarse a lo que
realmente le gustaba. Debido a esto, el pintor cargaba con una gran
culpabilidad: se sentía fracasado por no
poder vender sus obras —creía que a la gente no le gustaban porque no eran lo
suficientemente buenas o porque no eran capaces de entender su visión de la realidad—
y, al mismo tiempo, lamentaba que su hermano tuviese que
mantenerle.
«Yo siento, hasta el
extremo de quedar moralmente aplastado y físicamente aniquilado, la necesidad
de producir; precisamente porque en resumen no tengo otro medio de llegar a compensar
nuestros gastos. Y no puedo hacer nada ante el hecho de que mis cuadros no se
vendan. […] Pero, querido hermano, mi deuda es tan grande, que cuando la haya
pagado, cosa que pienso llegar a hacer, el mal de producir cuadros me habrá
robado la vida y me parecerá no haber vivido».
Tal era su necesidad de producir y el compromiso que
sentía hacia Theo, que muchas veces invertía todo el dinero en material
artístico y se quedaba sin comer durante varios días:
«[…] mi dinero se había
agotado el jueves, así que hasta el
mediodía del lunes resultó terriblemente largo. Durante esos cuatro días he
vivido principalmente de 23 cafés y con el pan que todavía tengo que pagar. No
es culpa tuya; si la hay, es mía. Porque he estado desesperado por ver mis
cuadros en los marcos y he pedido demasiado para mi presupuesto […]».
Asimismo, a lo largo de las cartas,
Vincent le repite a su hermano que sus obras también son de él, puesto que
gracias a Theo puede seguir produciendo:
«Quisiera llegar a
hacerte sentir bien esta verdad: que dando dinero a los artistas, tú mismo
haces obra de artista y que yo desearía solamente que mis telas lleguen a ser
tales, que no estés demasiado descontento con tu trabajo».
Afortunadamente, Van Gogh nunca se
rindió y, gracias a su afán de superación, a su perfeccionismo y a su arduo
trabajo, logró crear alrededor de 850
pinturas y unos 1300 dibujos en apenas diez años. Una de las cosas que más
me llamó la atención de sus cartas fue ver la pasión que sentía hacia el arte,
pero también hacia los pequeños detalles. En sus misivas, se ve claramente cómo
se queda fascinado por cosas cotidianas que la mayoría de gente pasaría por
alto:
«Aun cuando viva a menudo
en la miseria, tengo en mí, sin embargo, una armonía y una música calma y pura.
En la casita más pobre, en el rinconcito más sórdido, veo cuadros o dibujos. Y
mi espíritu va en esta dirección por un impulso irresistible».
Otro de los puntos que me gustaría tratar
en la reseña es este: Vincent nunca se describe a sí mismo y, sin embargo, el lector es capaz de ver perfectamente su
personalidad. Os juro que no me esperaba para nada que fuese un hombre tan
inteligente, cultivado, altruista, desinteresado y educado. Los expertos dicen
que tenía mucho carácter y poca paciencia, no obstante, en las cartas puede
verse incluso a un hombre dulce y tierno. Rara vez hablaba mal alguien y, si lo
hacía, era para defenderse.
«Este invierno he
encontrado una mujer encinta, abandonada por el hombre de quien llevaba el niño
en su cuerpo. Una mujer encinta que, en invierno, erraba por las calles, que
debía ganar su pan tú sabes de qué manera. […] La he hecho tomar baños y
fortificantes hasta donde he podido, y se ha puesto mucho más sana. […] Me
parece que cualquier hombre que valga por lo menos el cuero de sus zapatos, al
encontrarse ante un caso semejante, hubiera hecho lo mismo».
Leer sus cartas, entre otras cosas, me
ha confirmado lo que ya imaginaba tras ver Loving
Vincent: el artista era un trozo de
pan. No mataría ni a una mosca. Literalmente:
«Ayer dibujé una gran
mariposa nocturna, bastante rara, que se llama la cabeza del muerto, de un
colorido distinguido y asombroso, negro, gris, blanco matizado de reflejos
acarminados o que giran vagamente sobre el verde oliva; es muy grande. Para
pintarla hubiera tenido que matarla y esto era una lástima, con lo bello que
era el animalito».
Si habéis leído hasta aquí, ¿cuántos de
vosotros estáis sorprendidos? Pues esto no ha hecho más que empezar: Van Gogh
tenía dificultades para encontrar modelos que quisiesen posar para él y, cuando
los encontraba, la mayoría de las veces le dejaban plantado:
«Temo que no tendré un
modelo de mujer muy hermoso; ella lo había prometido; después —a lo que parece—
ha ganado algunos centavos yendo de juerga y tiene algo mejor que hacer. […]
Tomo las cosas con paciencia, a falta de otros medios para soportarlas, pero es
irritante esta continua contrariedad de las modelos. […] Si se pintara lamido
como Bouguereau, la gente no tendría vergüenza de dejarse pintar; pero yo creo
que esto me ha hecho perder modelos; porque les parecía que estaba “mal hecho”,
que no eran más que cuadros llenos de
pintura lo que yo hacía».
Van Gogh tenía muy claro qué era lo que
quería transmitir con sus obras y le frustraba que la gente no pudiese sentir
las emociones que él plasmaba en sus pinturas:
«Por encima de todo, yo
quiero llegar a un punto en que se diga de mi obra: este hombre siente
profundamente y este hombre siente delicadamente. A pesar de mi reconocida
torpeza, ¿me comprendes, no?, o quizás a causa de ella».
Aun así, Vincent quiso crear el Taller de Midi; un lugar de encuentro donde
rodearse de diferentes artistas, con los que podría seguir aprendiendo,
compartir los gastos que conllevaba la producción de arte, ofrecer
conjuntamente las obras al público —en equipo— y, además, sentirse menos solo:
«Sabes que siempre me ha
parecido estúpido que los pintores vivan solos, etc. Siempre se pierde cuando
se está aislado».
«¿Sabes lo que quisiera
repetirte todavía? Esto: que mis deseos personales están subordinados al
interés de muchos y que me parece siempre que otro podría aprovechar también el
dinero que yo gasto solo. […] Dos personas que se entienden, y aun tres, no
gastan mucho más que una. Tampoco en colores. […] Y acompañado, sentiría un
poco menos la necesidad, o más bien trabajaría en cosas más complicadas. Pero
aislado no cuento más que con mi exaltación de ciertos momentos, y entonces me
dejo arrastrar a extravagancias».
Por suerte o por desgracia, el único pintor que apoyó su idea fue
Gauguin (porque Theo le pagó para que viviera con Vincent). Van Gogh sentía
una gran admiración por él y acabaron trabando amistad. No obstante, durante la
convivencia tuvieron la discusión que ocasionó la crisis de Vincent en la que
perdió la oreja. Las malas lenguas dicen que fue Gauguin quien se la cortó,
pues era buen espadachín, y que Van Gogh le encubrió para que no tuviera
problemas con la justicia. Sin embargo, esto es una teoría que no se puede
confirmar. Fuera como fuese, Gauguin no
quiso volver a saber nada de Vincent durante mucho tiempo y se marchó sin
preocuparse por la salud del que había sido su amigo, a pesar de que Van Gogh
siempre se acordaba de él:
«Hablemos ahora de
nuestro amigo Gauguin: ¿lo he asustado? En fin, ¿por qué no da señales de vida?
[…] Dile a Gauguin que me escriba y que pienso siempre en él».
Lo que he estado viendo continuamente al
leer las cartas ha sido a un Vincent muy
empático que, cuando estaba estable, se preocupaba muchísimo por los demás:
«Todas tus bondades para
conmigo las he encontrado hoy más grandes que nunca; no te lo puedo decir como
lo siento, pero te aseguro que esa bondad ha sido de buena ley, y si no ves los
resultados, mi querido hermano, no te apenes por esto; te quedará la bondad.
Solamente, vuelca este afecto sobre tu mujer tanto como te sea posible. Y si
nos entendemos un poco menos, verás que si ella es tal como creo, te
consolará».
No os imagináis mi angustia al verle
padecer por culpa de aquellos que le rechazaban
porque no eran capaces de ver más allá de su fachada. De hecho, una de
las cosas que más me ha afectado ha sido descubrir que Vincent era plenamente consciente de cómo le veían los demás:
«¿Qué soy ante los ojos
de la mayoría de la gente?: una nulidad o un hombre excéntrico o desagradable,
alguien que no tiene un sitio en la sociedad ni lo tendrá; en fin, poco menos
que nada».
En mi opinión, una persona «loca» nunca podría tener ese nivel de conciencia, de
lucidez, de lo que ocurre en su entorno. Es ahora, además, cuando viene la
parte más trágica de su vida: sus ingresos en el sanatorio y cómo los vivió él.
La primera vez que estuvo en un sitio así fue tras el incidente de su oreja: la
sociedad dejó de verlo como un excéntrico para tacharle abiertamente de «loco».
Pese a ello, no perdía la esperanza de que las aguas volviesen a su cauce:
«Y, aunque hoy todo el
mundo tenga miedo de mí, con el tiempo eso puede desaparecer».
Sin embargo, poco después lo volvieron a
ingresar. No fue a causa de una de sus crisis, sino porque la gentuza de su ciudad se unió para librarse de él:
«Me ha parecido ver en tu
carta tanta angustia fraternal contenida, que he creído mi deber romper mi
silencio. Te escribo en plena posesión de mi presencia de espíritu y no como un
loco; como el hermano que tú conoces. Esta es la verdad: un cierto número de
personas ha dirigido al alcalde (creo que se llama Tardieu) una nota (había más
de 80 firmas) señalándome como un hombre indigno de vivir en libertad o algo
por el estilo. El comisario de policía o el comisario central, ha dado orden de
que me volvieran a internar. Creo que ya llevo aquí muchos días encerrado bajo
llaves, cerrojos y guardianes en el manicomio, sin que mi culpabilidad esté
probada o sea probable».
Cuando leí esto quedé completamente
devastada. Lo
único que me venía a la cabeza era la imagen de una muchedumbre encolerizada
yendo a por un hombre enfermo, como si fuese un animal salvaje.
Y, a
pesar de haberlo encerrado sin motivos justificados, Vincent tuvo la
suficiente templanza como para afrontar la situación de la forma más
inteligente y pacífica posible:
«Si yo no retuviera mi
indignación, me juzgarían inmediatamente como un loco furioso. Esperemos
pacientemente; por otra parte, las emociones fuertes no harían más que agravar
mi estado. Por eso te induzco por la presente a que les dejes hacer sin
mezclarte».
Como es lógico, este suceso le afectó mucho y contribuyó a empobrecer su ya de por
sí mermada autoestima:
«Ya podrás suponer hasta
qué punto ha sido esto para mí como un mazazo en pleno pecho, cuando he visto
que había tantas personas aquí que eran lo bastante cobardes para meterse en
gran número contra uno solo y aún enfermo. […] En cuanto a lo que concierne a
mi estado moral, me siento fuertemente quebrantado; pero recobro asimismo una
fuerte serenidad para no enfadarme. […] Qué miseria, y todo esto, por así
decir, por nada. No te oculto que hubiera preferido morir que causar y sufrir
tantas molestias».
Vincent sabía perfectamente que la gente no se portaba bien con él y, pese
a eso, continuaba sin desearle mal alguno a los demás:
«[…] Si hubiese
conservado mi tranquilidad, hace mucho tiempo que me hubiera repuesto. Me
regañan por lo que he fumado y bebido; bueno, pero ¿qué quieres?, con toda su
sobriedad no me producen en suma más que nuevas miserias. Mi querido hermano,
lo mejor es quizás ridiculizar nuestras pequeñas miserias y también un poco las
grandes de la vida humana. […] Ahora seamos firmes hasta donde sea posible y,
en suma, no nos dejemos pisotear demasiado. Desde el principio he tenido aquí
una oposición maligna».
Es más, Van Gogh tenía miedo de que lo acosasen constantemente y que eso empeorase
su salud:
«[…] Si me anduvieran
molestando cada día en mi trabajo y en mi vida los gendarmes, y los venenosos y
holgazanes electores municipales que se quejan de mí a su alcalde elegido por
ellos y que en consecuencia los oye, mi reacción más humana consistiría en
sucumbir de nuevo».
Y no os hacéis una idea de la impotencia
que sentía al ver cómo Vincent, a causa de su baja autoestima, se acababa creyendo la opinión popular
hasta el punto de tener que asumir su «papel de loco»:
«Es preciso que yo sufra
la prisión o el manicomio. ¿Por qué no? […] Pienso asumir sin rodeos mi oficio
de loco, así como Degas ha tomado la forma de un notario. Pero resulta que yo
no me siento de ningún modo con la fuerza necesaria para semejante rol».
De hecho, su ánimo estaba tan abatido
que renunció a su idea de continuar con el Taller de Midi porque ya no se
sentía válido:
«Me hablas de lo que tú
llamas “el verdadero Midi”. […] Dejo esto como conveniente para gente más
completa, más entera que yo. No sirvo más que para algo intermediario y de
rango secundario y borroso».
Desde mi humilde punto de vista, es bastante probable que Van Gogh estuviese
pasando por una depresión, puesto que poco después fue él quien decidió
voluntariamente internarse de nuevo en el sanatorio porque no se sentía con
fuerzas para proseguir su vida con normalidad:
«[…] He tratado de
habituarme a la idea de recomenzar; sin embargo, por el momento no es posible.
[…] Provisionalmente deseo quedar internado; tanto para mi propia tranquilidad
como para la de los demás. Lo que me consuela un poco es que comienzo a
considerar la locura como una enfermedad como cualquier otra y acepto la cosa
como tal. […] Recomenzar esta vida de pintor como hasta ahora, aislado luego en
el taller y sin más recurso para distraerse que ir a un café o a un
restaurante, con toda la crítica de los vecinos, etc., yo no puedo; ir a vivir con otra persona, aunque fuera otro artista
—difícil, muy difícil— es tomar sobre sí una responsabilidad demasiado grande.
No me atrevo ni siquiera a pensarlo».
Vincent se sentía tan sumamente solo,
que acabó agradeciendo la compañía de los demás pacientes del sanatorio:
«Porque, aunque haya
quienes aúllen o suelan estar locos, hay aquí mucha amistad verdadera que se
tienen unos a otros; ellos dicen: hay que aguantar a los demás para que los
demás nos toleren; y otros razonamientos muy justos que ponen así en práctica.
Y entre nosotros nos comprendemos muy bien; yo puedo, por ejemplo, hablar
alguna vez con alguien que no me responde más que con sonidos incoherentes
porque no tiene miedo de mí. Si alguno cae en una crisis, los otros lo cuidan e
intervienen para que no se lastime».
De hecho, la soledad le acompañó a lo largo de toda su vida
y no dudaba en comunicárselo a su hermano:
«Yo siento el anhelo de
casamiento y de niños y en ciertos momentos estoy bastante melancólico de estar
como estoy a los 35 años, cuando me debería sentir completamente distinto».
La lectura de sus cartas me llegó a resultar muy
dolorosa por lo evidente que era su
falta de cariño y la desesperación que sentía por recibir algo de la gente
que no fuesen palos:
«Por momentos, así como
contra los acantilados se estrellan desesperadas las olas, siento una tormenta
de deseo de abrazar algo, una mujer de la clase puta barata».
Y, pese a los rechazos constantes que
sufría, Vincent seguía teniendo la esperanza de que en algún momento podría
tener una vida normal junto a otra persona:
«Por cierto, que me
gustaría estar acompañado; pero aunque no lo esté, no voy a entristecerme por
esto, y después, sobre todo, ya vendrá el día en que tenga a alguien. Estoy
casi seguro».
Solo acabó
resignándose a la soledad en sus últimos meses porque se veía demasiado «viejo» e «imperfecto» como para que una mujer
pudiera quererle. Aun así, incluso en los momentos en los que se sentía más
solo, se alegraba por la felicidad ajena:
«En verdad, estoy muy
contento de que mientras aquí [en el sanatorio] a veces hay algunas cucarachas
en el comedor, en tu casa hay mujer y niño».
Cuando terminé de leer sus cartas, no podía dejar de sorprenderme que —después
de haber sufrido tanto a causa de sus enfermedades y de los acosos a los que era
sometido—, Van Gogh estuviera tan lleno
de bondad. Me genera un gran desconcierto que, en lugar de devolverle a las
personas que lo hostigaban todo el rechazo que sufría por su parte, solo
proyectase hacia los demás emociones buenas:
«Es bueno amar tanto como
se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama realiza
grandes cosas y se siente capaz, y lo que se hace por amor está bien hecho».
«No hay nada más
verdaderamente artístico que amar a la gente».
Y no solo eso, sino que todo lo bueno que había en él era capaz de
plasmarlo en sus obras. Este cuadro, por ejemplo, lo pintó mientras estaba
internado en el sanatorio, en uno de sus peores momentos:
Vincent van Gogh, The Garden of the Asylum at Saint-Rémy (1889). |
Van Gogh es conocido hoy en día como uno de los artistas más
importantes del mundo. Qué irónico que
mientras vivía existieran tan pocas personas capaces de reconocer su valía.
Tras su muerte, Theo fue quien quiso recopilar todas sus cartas para
publicarlas y, al mismo tiempo, que el mundo conociese las obras de su hermano.
Por desgracia, Theo falleció seis meses después que Vincent y fue su esposa,
Johanna Van Gogh-Bonger, la que estuvo décadas esforzándose por terminar el
propósito de Theo. Hasta que lo consiguió.
Sin el tesón de Johanna, lo más probable es que las obras de Vincent se
hubiesen perdido en el olvido.
Si os gusta el arte, si admiráis a Van
Gogh, entonces sus cartas os van a maravillar. La experiencia de conocer al
artista a través de su propia voz es mágica, emotiva y conmovedora.
Hola
ResponderEliminarMira que me había llamado la atención cuando te vi la foto en insta, me encanta Van Gogh y al igual que a ti, este personaje me ha hecho empatizar con alguna biografía, recuerdo que en alguna se mencionaban algunas cartas y con lo que cuentas esta tiene que caer, porque es un hombre con muchos claroscuros.
Un bes💕
¡Hola! Nos encanta el personaje de Van Gogh en la historia, siempre nos ha gustado su forma de pintar y es muy interesante saber que sentimientos escribía en esas cartas que enviaba a su hermano. Nos lo apuntamos. Besitos. 🖤
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarEstudié a Van Gogh en el instituto, pero este libro me parece super interesante para conocerlo más. Me lo apunto para cuando me apetezca una lectura del estilo.
Besitos 🖤
Hola!
ResponderEliminarMe encanta el autor y todas sus obras! no conocía esta autobiografia, así que me la llevo más que anotada.
Nos leemos,
#Namartaielsllibres
Hola!
ResponderEliminarVaya! Se nota que lo has disfrutado un montón y que lo has vivido de una manera muy especial
No es mi estilo de lectura por lo que lo dejo pasar
Un abrazo 🖤
¡Buenasss! Lo primero, decirte que la reseña me ha ENCANTADO y gracias ello estoy deseando leer el libro y ver la peli que mencionas (esta última ya la tenía fichada). Es un artista que siempre me ha interesado como a ti tanto por su arte como por los enigmas detrás de su persona, la locura que has nombrado. Gracias por la reseñaza, me alegra que hayas disfrutado tantísimo del libro. 💙
ResponderEliminarHola Edurne.
ResponderEliminarMe apasiona todas las obras del autor y cuando estudiaba tuve que hacer también un trabajo de el. Este libro no lo conocía y me parece muy interesante. Me lo anoto.
Gracias por la reseña y la recomendación.
Nos leemos. Besotes.
Emi 💖
Hola, Edurne
ResponderEliminarMe ha encantado. Voy a leer esas cartas porque tengo en gran estima a este artista y por lo que leo, Cartas a Theo me va acercar más a su verdadero yo.
Un besín ❤️
¡Hola! Acabo de llegar a tu blog y me quedo como seguidora. Espero verte por el mio.
ResponderEliminarGracias por tu reseña. Espero poder leerlo pronto.
Un abrazo♥
Holaaa
ResponderEliminarWOW
Vaya reseña más completa, se nota que te gusta muchísimo el tema de Van Gogh :D A mi me llama mucho la atención tanto su sobra como su vida, así que espero animarme a leerlo.
Un besito
❤
Hola Edurne
ResponderEliminarUna impresión muy completa y apasionaba, me alegro que lo hayas disfrutado tanto aunque no es lo que suelo leer habitualmente. El pintor me encanta, pero no tengo tanto tiempo para embarcarme en un libro contando su vida y obra. Gracias bella
Cazafantasia ❤️
Que forma más Bonita de conocer toda la historia del pintor.
ResponderEliminarNo solo lo bueno sino también sus ratos malos e inquietudes.
Me parece un libro interesante.
B7s
¡Hola!
ResponderEliminarPues creo que con esta entrada se nota lo mucho que te ha gustado el libro y, sobre todo, lo mucho que te gusta el pintor. Yo la verdad es que no entiendo nada de arte, y conozco a los artistas por el nombre, y poco más. Si veo un cuadro, me gusta o no, pero técnicamente, no tengo ni idea de nada. Así que en el fondo, te envidio un poco por saber tanto jejeje
Besotes
♥ Amor y Palabras ♥
¡Hola!
ResponderEliminarHe leído algunas reseñas de la novela y me llamaron un montón la atención. Me alegro de que te haya gustado, espero poder leerlo pronto, todavía recuerdo mis clases de arte y echo un poco de menos el tema.
Un besote!! ^,^!!
ELEB 💜
¡Hola! Ay este pintor es mi favorito, la verdad es que me llama muchisimo la atencion su vida, tan triste. Sin duda una de las personas mas interesantes de las que se puede aprender a partir de sus propias cartas. Este es un libro precioso y muy desgarrador sin duda. Gracias por la reseña! ¡Nos leemos!♥
ResponderEliminarJazmin - Navegando entre Letras
¡Holaaa! Vaya un pedazo de análisis que has hecho de esta obra, se nota mucho el trabajo que hay detrás y lo mucho que lo has disfrutado.
ResponderEliminarSin embargo, no es para nada lo que yo leería para entretenerme jeje
¡Besos 🖤 desde Tiempo Libro!
¡Holiis!
ResponderEliminarConocía la existencia de este libro porque mi profesora de Historia del Arte en el instituto nos lo enseñó, pero lo cierto es que no termina de llamarme la atención así que no creo que lo lea en un futuro cercano. Me alegro de que hayas disfrutado la lectura.
Muchas gracias por la entrada.
¡Un saludo!
Bea & Udane de Desire Of Books ♥
Hola!!
ResponderEliminarla verdad es que lo habia visto mucho estos dias por las redes, pero por lo que cuentas creo que no es del todo para mi
saludos
Adoro las obras de Van Gogh ❤
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