Leía la contraportada
del libro mordisqueándose el labio, debatiéndose entre comprarlo y
quedarse sin almuerzo o dejarlo de nuevo en la estantería de la
tienda. Miró a su alrededor, descendiendo de la nube en la que se
encontraba. El mundo estaba cambiando. La gente no quería verlo,
pero era así.
Se escuchaba el murmullo
de varios clientes, pero pronto quedaron relegados a un segundo plano
cuando el eco de unos gritos atravesaron la cristalera de la tienda.
Nicole se apresuró a
observar a través del cristal, todavía con el libro entre las
manos. Una aglomeración de personas corría en la misma dirección,
sin control y afectadas por la histeria. Esquivaban los coches que se
habían detenido en mitad de la calzada, colapsando el tráfico.
Nicole notó su corazón bombeando bajo la fina capa de piel que lo
cubría. Algo estaba sucediendo fuera. La gente trataba de guarecerse
en los locales de las plantas bajas entre empujones y arremetidas.
Una estampida.
Varios de los clientes de
la librería llegaron hasta la cristalera motivados por una
curiosidad morbosa.
–¿Qué demonios
ocurre?
La pregunta se repetía
incesantemente sin obtener respuesta mientras la avalancha de gente
corría descontrolada intentando huir de algo. Un par de ellos
entraron al local, cerrando la puerta con virulencia mientras pedían
ayuda para atrancarla con algo.
Nicole reaccionó a
tiempo. Guardó el volumen en su mochila y se la cargó a la espalda
antes de caminar hacia la salida.
–¿Qué pasa? –urgió,
con los ojos muy abiertos–. No podéis dejarnos encerrados aquí.
Sintió que empezaba a
faltarle el aire. Varias voces le apoyaron.
–¿¡No habéis visto
lo que hay afuera!? –preguntó uno de los recién llegados,
intentando bloquear la puerta con una de las estanterías–. ¡El
mundo se ha ido a la mierda!
En la calle la gente
seguía una marcha descontrolada hacia ninguna parte, con los rostros
descompuestos mientras los gritos rezumbaban por las esquinas.
–Tengo que salir.
Nicole intentó abrir la
puerta, pero le sujetaron por el antebrazo.
–¿¡Estás loca!? –se
encontró de pleno con unos ojos horrorizados–. ¡Si sales morirás!
¡Es una locura!
Pero ella se zafó de la
mano que atenazaba su libertad y logró salir a la avenida. Pegó su
espalda contra la pared para no ser arrollada por la masa
interminable de personas que corrían despavoridas, notando el peso
del libro contra sus vértebras. ¿Qué estaba pasando? Intentó
localizar en el horizonte el foco del conflicto, aquello que les
asustaba tanto y que les hacía huír de aquella manera.
Y por fin lo descubrió.
Un escalofrío recorrió
su columna con la misma fuerza que un rayo. Parpadeó varias veces,
intentando despertarse de aquella pesadilla tan surrealista, pero no
lo hizo. Había un rastro de cadáveres ensangrentados sobre el
asfalto y sobre ellos, cual manada de hienas hambrientas, varias
personas devorándolos.
Se le revolvió el
estómago. ¿Era aquello real? ¿Canibalismo en plena ciudad de Nueva
York? No podía ser, pero así era.
La gente huía de un
grupo ¿de qué? ¿psicópatas? Entrecerró los ojos y descubrió que
las personas que conformaban el grupo atacante presentaban lesiones
serias por todo el cuerpo y que caminaban con cierta lentitud
mezclada con una torpeza extraña. Pero, aún así, incansables.
Intentaban entrar en las plantas bajas de los edificios para atrapar
a sus presas, mientras otros se dedicaban a la persecución de
la masa que intentaba salir de la isla.
Se escucharon los ruidos
de varios helicópteros sobrevolando la zona entre los pitidos de los
taxis. Varias víctimas cayeron a su paso y Nicole contempló
sobrecogida como esos seres los devoraban sin miramientos.
Su estómago se
convulsionó y la bilis recorrió su esófago hasta la garganta. El
vómito fue inevitable. Se retiró el pelo trigueño de la cara
mientras se apoyaba con una mano contra la pared de la librería.
Tenía que salir de ahí. Cuanto antes.
Echó a correr sin mirar
atrás. Entrar en los locales y atrincherarse suponía un riesgo. No
quería quedar atrapada y que esas cosas rompieran los cristales
estando ella dentro. ¿Entonces? Siguió corriendo esquivando los
coches mal aparcados, saltando obstáculos y esquivando a demás
personas. ¿Cuánto tiempo iba a aguantar sin desfallecer? Por el
contrario, coger un vehículo era imposible debido al colapso de la
ciudad. Tenía que salir de Manhattan por su propio pie.
Dobló la siguiente
esquina con tanta rapidez que acabó colisionando contra algo. Apenas
tuvo tiempo de reaccionar cuando una mano de hierro la sujetó por el
cuello y la estampó con brusquedad contra la pared.
***
Beth consiguió detener
la trayectoria de su cuchillo antes de que perforara la frente de
aquella chica asustada, no obstante, la hoja afilada consiguió
rasgarle levemente la piel. Parpadeó varias veces con cierta
confusión, sin embargo, no liberó su cuello. Estaba viva,
eso quedaba claro, pero aún así no podía arriesgarse.
***
Nicole respiraba con
dificultad mientras un hilo de sangre descendía por su frente con
cierta rapidez. Estaba herida. Observó a la chica morena de pelo
corto y alborotado temerosa de que acabara con su vida, pero aquella
extraña se limitó a entrecerrar los ojos. El tiempo pareció
detenerse, sin embargo, los gritos de pánico y los pitidos de los
coches seguían funcionando como banda sonora.
–¿Te han mordido?
–apretó los dientes y los músculos de su rostro se tensaron.
Nicole no entendió la
pregunta; estaba más pendiente de aquella joven esmirriada que la
sujetaba por el cuello sin titubear.
–Esas cosas –insistió–.
¿Te han mordido?
Notó como los dedos se
le clavaban aún más en la garganta, urgiendo una respuesta.
–No –logró articular
con dificultad.
La chica morena pareció
dudar, pero finalmente la soltó. Nicole se frotó la piel dolorida
del cuello mientras aspiraba varias bocanadas de aire.
–¿Qué está pasando?
–inquirió, echa un lío.
Beth se subió uno de los
tirantes de su camiseta negra. Le quedaba exageradamente holgada,
pero Nicole pudo advertir la extremada delgadez de su cuerpo
andrógino.
–No lo sé –gruñó–.
Pero hay que salir de Manhattan. Esas cosas están por todas
partes.
Sin darle tiempo a una
réplica Beth echó a correr calle abajo. Nicole la siguió sin
pensárselo dos veces, no muy convencida de si estaba haciendo lo
correcto.
–¡Espera! –Nicole se
detuvo a mitad de camino para coger aire, frotándose la frente para
retirarse el sudor. Sus dedos se mancharon con la sangre húmeda del
reciente corte.
Beth se detuvo al
escucharla.
–No te pares –su
rostro adoptó una expresión agresiva– Tengo la moto aparcada al
otro lado de ese callejón. Date prisa.
A Nicole le extrañó su
respuesta. A pesar de que esa extraña muchacha la había agredido,
ahora parecía estar de su parte. Decidió hacer un último esfuerzo
y la siguió hasta la siguiente esquina. Sin embargo, se detuvieron
en seco cuando descubrieron varias de esas personas caminando
en círculos en el callejón.
La chica trigueña tragó
saliva asustada. El aspecto de esos seres le provocaba náuseas.
Estaban en un estado lamentable, con heridas y mutilaciones por el
cuerpo y, aun así, permanecían de pie. Los gruñidos que emitían
le producían escalofríos.
–Tenemos que rodear el
callejón –dijo.
Beth negó con la cabeza.
–Es demasiado
arriesgado –guardó silencio unos segundos mientras observaba como
esas cosas se acercaban a ellas–. Hay que saltar la valla que hay
al fondo del callejón. La moto la tengo al otro lado.
A Nicole no le parecía
una buena idea. Para lograr semejante hazaña tenían que esquivar a
esas personas y no estaba dispuesta a perder la vida en el intento.
–Es imposible –pero
el ruido de un disparo ahogó sus palabras.
Beth alzaba una pistola y
apretaba el gatillo de manera descontrolada. Falló varias veces y
otras pocas acertó en los cuerpos de esos seres. Nicole vio con
horror como seguían caminando sin inmutarse, hasta alcanzar una
distancia peligrosamente cerca de ellas. Fue entonces cuando la
puntería de aquella extraña joven logró que las balas impactasen
contra sus cráneos, provocando que cayesen derrumbados al suelo.
Lo había conseguido.
Parecía una ilusión, pero ambas estaban vivas. Nicole tardó unos
segundos en poder reaccionar, todavía ensordecida por el ruido de
los disparos.
–Vamos –Beth tiró de
su brazo y la condujo hasta el final del callejón, esquivando los
cuerpos que permanecían inertes en el suelo. Beth la ayudó a trepar
por la valla hasta el otro lado y después se deslizó rápidamente
tras ella.
Nicole la esperó
impaciente.
–Esa es mi moto –la
morena señaló una harley negra aparcada a unos pocos pasos.
Abarcó la distancia, se montó y encendió el motor–. ¿A qué
estás esperando? ¡Sube de una maldita vez!
La joven trigueña
obedeció sin protestar, pensando que una moto sería capaz de
circular a través de los coches abandonados. Sí. Nicole sonrió.
Tal vez tuvieran una
oportunidad de sobrevivir.
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Me gusta. Me gusta mucho. Hacía tiempo que no leía/escribía nada sobre zombis y lo echaba de menos. Justo esta mañana he estado escuchando una canción llamada 'Zombie' y me ha entrado nostalgia.Me encantaría saber más sobre Nicole y Beth. Me da la impresión de que resultará una pareja interesante (:
ResponderEliminarUn beso enorme ^^
Me gusta mucho, al igual que a Kirta, es original meter una historia de zombies; en realidad no es mi género preferido, pero tu relato está genial :) De todos modos, igual ahora se pone de moda el tema por la peli de "Memorias de un zombie adolescente", que me han dicho que no está mal (yo no la he visto).
ResponderEliminarMe han encantado las descripciones y el desarrollo de la narración, con tensión, y... ¡pero qué te voy a contar, ya sabes que tu forma de escribir me encanta! No hay una coma fuera de sitio. ^^
No me gustan nada las historias de zombies, pero como es habitual con tus relatos, la historia me ha encantado. Como bien dice Laura, los momentos de tensión, muerte y avalancha están muy bien descritos, creando la intriga que todo relato ha de tener para cazar la atención del lector. Me ha llamado la atención que la protagonista, en un momento de tensión como ése, se preocupara por el libro hasta el punto de robarlo, en vez de pensar en cómo salir de allí lo más pronto posible. En resumen: I'm loving it xdd.
ResponderEliminarHola Sun,
ResponderEliminarhacía mucho tiempo que no andaba por Blogger, pero he vuelto y ahora devoro todo lo que se me pone por delante. (Y nunca mejor dicho...). Además la ciencia ficción nunca me ha gustado demasiado. Así y todo, le estoy cogiendo el punto gracias a las magníficas escritoras a las que sigo desde hace tiempo (tú entre ellas), que hacen de la ciencia ficción algo tan real. Admiro esa capacidad de escribir sobre algo tan improbable y conseguir hacerlo posible, al menos en las mentes de los lectores. Sólo por eso te mereces una medalla.
Resumiendo, te mantiene en tensión, que creo que es lo que buscabas. Una historia interesante en la que me llama la atención sobretodo el personaje de Beth. Lo único es que en la parte del cuchillo quizás me esperaba la descripción del dolor de Nicole, aunque fuese leve.
En fin, que está genial. Me pasaré por aquí más seguido de ahora en adelante. (:
Ooooh!!! Un relato zeta, con lo que me gustan los zetas a mi ^.^
ResponderEliminarHa estado muy bien, las descripciones muy sutiles XD Por cierto... al final ¿Nicole ha robado el libro? ...Hum... vaya chica, aunque mirado por otro lado, si las calles están llenándose de zombies, no creo que nadie eche en falta un libro =P
Hablemos de Beth; me encantan los personajes que saben reaccionar en los momentos duros ^.^ Y la moto... OMG!! Es una gran idea.
También me ha gustado mucho cuándo describes el histerismo, es tan fácil hacerse una idea de lo que ve Nicole...
Un besote y cómo siempre, genial!!
Hola a todas,
ResponderEliminarQuería daros las gracias por los comentarios que me habéis dejado. Me animan mucho y me sacan sonrisas cuando más lo necesito.
Muchas gracias, en serio.