El repiqueteo de sus tacones rompía la tranquilidad de la noche, haciendo que los pocos transeúntes que caminaban por la acera se girasen para contemplarla. Aceleró el paso, consciente de que un grupo de hombres la observaba desde el otro lado de la calle mientras comentaban lo atractiva que era. Uno de ellos cruzó el paso de cebra y empezó a seguirla, al tiempo que sus amigos le animaban a voz en grito. La joven se quitó los zapatos y echó a correr, dispuesta a darle esquinazo.
–¡Espera, preciosa, no te vayas! –gritó, persiguiéndola a toda prisa, entre risas y maldiciones.
Se adentró en un callejón sin salida, consiente de que aquel hombre le acabaría alcanzando. Pegó su espalda en la fría pared de ladrillo, cerró los ojos mientras sus labios se curvaban en una delicada sonrisa y esperó. No tardó en escuchar unos pasos atolondrados, combinados con una voz áspera que la llamaba de manera soez. Respiró profundamente, aguardando a que estuviera más cerca. Por fin, el hombre dobló la esquina, encontrándose cara a cara con la bella mujer a la que había estado siguiendo, y que le propinó un puñetazo tan fuerte que lo tumbó en el suelo, dejándolo medio aturdido. Lo cogió por el cuello de la camisa y lo levantó bruscamente, estampándolo contra el muro del edificio. El hombre intentó hablar, pero ella depositó uno de sus elegantes dedos sobre sus labios ensangrentados, silenciándolo con dulzura. Una gota de sangre resbaló impaciente por su barbilla, proveniente de una pequeña brecha en el belfo. Le acarició la barbilla con la lengua, impidiendo que la gota carmesí cayese al suelo y se desperdiciara su sabor óxido. Presionó sus labios contra los del desconocido, aprovechando aquel líquido que emanaba generoso, erizándole la piel de porcelana conforme recorría sus frías venas. El suministro se acabó a los pocos segundos, dejándola claramente insatisfecha, por lo que buscó otra fuente por donde extraer aquel líquido suculento. Le giró la cabeza con fuerza, dejándole el cuello al descubierto. Acercó su pequeña nariz a la piel, inhalando su aroma. Depositó un tímido beso sobre ella, presionando suavemente en la arteria y notando el bombardeo de la sangre circulando por ahí. Extrajo sus colmillos y se los clavó como dos punzones afilados, haciendo que un reguero rojo se introdujera en su boca, mientras varias gotas salpicaban su camisa. El hombre emitió un quejido de dolor, que quedó en el olvido en cuanto le tapó los labios con una mano, mientras que le inmovilizaba el tronco con la otra.
Al cabo de varios minutos, el cuerpo inerte golpeó el suelo, manchándolo con las pocas gotas de sangre que quedaban en él. Contempló por última vez el lívido rostro del hombre, que permanecía con los ojos abiertos, expresando el horror que sus cuerdas vocales no le permitieron. Se limpió los carnosos labios con la muñeca, retirando los restos de color borgoña que podrían delatarla. Escondió sus colmillos retráctiles, se ordenó el pelo dorado y se volvió a poner los zapatos de tacón.
Salió del callejón caminando con altanería, sin importarle que los amigos de su presa los estuvieran buscando, como si nada de todo aquello hubiera pasado.
Se relamió los labios por última vez antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.
Simplemente genial. Me encanta.
ResponderEliminarSiento no poder decir nada más, pero no hay nada que añadir.
Un beso, K.
Me ha entrado un leve temblor por mi columna vertebral ...
ResponderEliminarDios que escalofriante relato.
Vaya, pues muchas gracias. :) Me alegra que os haya gustado. ñ_ñ
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Voy a ir leyendo los otros a ver qué tal están. Un beso. :)
ResponderEliminarMe encanta!! Y el ritmo al que pasan las cosas... genial!!
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