Él
esperaba sentado en la lancha a que sus compañeros terminaran de ajustarse los
trajes de neopreno. Se frotaba las manos con nerviosismo, pues ésa era la
primera vez que podía acompañarles en una expedición submarina. Se levantó
enérgicamente cuando le tendieron las gafas de buceo, permitiendo que uno de
sus compañeros le ayudase a ponerse la bombona de oxígeno bien asegurada en su
espalda. Los nervios estaban a flor de piel. Deseaba ver el arrecife de coral
con sus propios ojos y descubrir las especies acuáticas que vivían en él. El
corazón le palpitaba desenfrenado. Se puso las aletas y se sentó en el borde de
la lancha, de espaldas al agua.
—Recordad
—la voz grave del jefe de expedición quedó ahogada por el ruido de las olas—;
nada de separaros del grupo. En caso de que alguien se desoriente o acabe
perdido, que apriete el botón rojo del transmisor —Jonathan le miraba
emocionado, deseoso de poder sumergirse cuanto antes. Sin embargo, su compañero
siguió hablando—. Vuestros relojes digitales llevan un dispositivo que indica
vuestra posición, así que podremos localizaros antes de que se os acabe el
oxígeno de las bombonas. Tenéis una hora antes de que eso suceda.
Sus
tres camaradas se sentaron junto a él cuando Peter terminó su alocución, dejándose
caer hacia atrás y desapareciendo bajo el agua con un sonoro chapoteo. Jonathan
se aseguró bien la mascarilla antes de imitarles. Peter fue el último en
sumergirse.
~~~
El
fondo oceánico cobró vida ante sus ojos. Las aguas no eran demasiado profundas,
por lo que no necesitaron encender las linternas debido a que la luz solar
llegaba al fondo. El arrecife de coral presentaba una magnífica variedad de
plantas acuáticas, así como también infinidad de pececillos que se ocultaban en
ellas de los posibles depredadores. Jonathan descubrió a sus compañeros sacando
fotografías, pero él estaba más interesado en investigar por su cuenta y
riesgo. Sabía que no debía alejarse demasiado. No pretendía hacerlo, mas
descubrió un destello proveniente de uno de los corales y tuvo que acercarse a
ver de qué se trataba. Buceó lentamente, ayudándose de las aletas para
facilitar la acción. Cuando se acercó lo suficiente el objeto volvió a brillar,
aunque no logró visualizarlo. Se giró hacia sus compañeros. Peter y los tres buzos
andaban por las cercanías, concentrados en los trabajos de investigación que
tenían que realizar. Jonathan se giró hacia el otro lado. Su mayor preocupación
era que apareciese un tiburón, pero allí sólo había pececillos curiosos llenos
de color. Los más valientes se acercaban a él, pero la mayoría se escondía
entre las plantas.
Por
fin volvió a centrar su atención en el objeto que reflejaba la luz del sol.
Parecía oculto entre los corales, así que estiró la mano y la introdujo
despacio entre las plantas, con cuidado de no tocarlas. Alcanzó el misterioso
chisme y lo sacó lentamente, sin prisas. Frunció el ceño. «¿Un tenedor?» Aquello
sí que era decepcionante. Había perdido la emoción. Tal vez esperaba encontrar
algún tesoro perdido, pero en lugar de eso se había topado con un tenedor
sucio. Estuvo tentado a soltarlo, pero una mano apareció de la nada y trató de
arrebatarle el objeto. Jonathan se agitó bajo el agua, asustado. No obstante,
el corazón le dio un vuelco cuando descubrió a una hermosa joven justo en
frente. Fruncía el ceño y tironeaba de él para quitarle el tenedor. Su cabello
carmesí era muy denso y se arremolinaba en torno a su rostro mientras ella
seguía estirando. Tuvo que aspirar una gran bocanada de oxígeno. ¿De dónde
había salido? Aferró el utensilio con más fuerza y trató de buscar alguna
explicación. Sin embargo, la joven empezó a girar en torno a él, forcejeando
sin soltar el cubierto. Jonathan lo liberó de improvisto cuando descubrió la
enorme cola que se agitaba tras ella. Poseía una maravillosa tonalidad turquesa
y sus escamas brillaban como pequeños diamantes. El corazón se le detuvo en
seco, sin poder creer lo que veían sus ojos. Hubiera dado cualquier cosa por
tener una cámara a mano y poder fotografiar a tan hermosa criatura, pero había
sido demasiado despreocupado como para cogerla. Tragó saliva. La joven le
sonrió, feliz de haber recuperado el tenedor. Acto seguido se lo pasó por el
cabello en suaves caricias, desenredándoselo como si de un cepillo se tratase.
Estiró una de sus manos hacia ella, pero la joven se alejó de su contacto y
huyó rápidamente hacia aguas más profundas. Jonathan parpadeó, atónito. Se giró
hacia sus compañeros, mas estaban demasiado lejos como para haber visto nada.
Volvió la vista hacia el rastro de burbujas que había dejado la sirena,
sintiendo un vacío en el corazón. Le hubiera gustado oírla cantar.
La ilustración pertenece a LimKis (Masha Gubar). Para verla con mejor calidad, pincha aquí.
Fíjate que desde que leí el título y el comienzo del relato, me acordaba de "La Sirenita" (una de mis películas preferidas de Disney, por cierto). Me ha parecido muy original, aunque me ha gustado mucho más el final. Desde el momento en que ve el destello el relato se vuelve suave, dulce, no sé cómo explicarlo, gracias a tu estilo expresivo e impecable (como siempre) y la visión que tiene el chico de la sirena. ¿Sabes qué? La sensación que él tiene me ha recordado mucho al personaje masculino en mi relato "Ninfa".
ResponderEliminarUn beso. :)