La encontró aovillada en el sofá, envuelta en una de
sus camisas, en bragas. Tenía el pelo igual de enmarañado que un nido y se
mordía el labio sin ser consciente de ello, pues estaba tan concentrada en
arrancarse las costras de las rodillas que ni siquiera reparó en su presencia.
—¿Qué haces?
No le escuchó, al contrario: hincó la uña en una
dureza y la levantó de golpe. Dejó escapar un gemido. La gota de sangre
descendió rápidamente por la tibia hasta alcanzar la superficie del pie.
—Eh, eh. —Acudió a su lado y la sujetó por las
muñecas al ver que continuaba hurgándose en el agujero—. Para. Para ya.
Le miró como si le viese por primera vez, un tanto
confusa.
—Joder —masculló el hombre, levantándose con
intención de ir en busca de un botiquín—. No te muevas.
Y no se movió del sitio, pero en cuanto desapareció
de su vista retomo la ardua labor de hurgar dentro de ella, arañándose la carne
con la esperanza de sentir algo más que apatía.
La ilustración me pertenece. NO la uses sin mi permiso. The illustrarion is mine. DON'T use it without my permission. |
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