Los rayos del sol
traspasaban las copas de los árboles débilmente, acariciando su
piel con delicadeza mientras dejaban a su paso cierta calidez
gratificante. La corteza del tronco torturaba sus vértebras, pero
merecía la pena esa pequeña molestia sólo por el placer de poder
cobijarse bajo su sombra mientras leía el viejo volumen que había
cogido prestado de la biblioteca. De hecho, estaba tan inmersa en su
lectura que había logrado evadirse completamente de la realidad.
***
El calor del mediodía
abrasaba su armadura como si de un horno se tratase. Llevaba varias
horas de pie, haciendo su guardia y, a pesar de que tenía permiso
para retirarse a descansar, su testarudez le obligaba a seguir bajo
el sol, vigilándola a una distancia prudencial.
La seriedad era su
máscara. Solía apretar los dientes y tensar los músculos de la
mandíbula sin apenas percatarse. No obstante, un amago de sonrisa
afloró en su interior cuando la joven estiró las piernas sobre la
hierba, dejando al descubierto unos delicados tobillos que habían
permanecido ocultos tras los pliegues de su vestido.
Inspiró hondo. Ella ni
siquiera se había dado cuenta; sus ojos oscuros seguían clavados en
el libro, deslizándose de izquierda a derecha automáticamente.
No lo comprendía. A
veces pensaba que era demasiado simple para entenderlo, que debía
limitarse a hacer su trabajo como guardia y protector, ejercer de
soldado y centrarse únicamente en perfeccionar su manejo de la
espada. Pero sentía curiosidad. Le resultaba extraño verla leer
cuando las otras damas del reino no hacían más que bordar, tejer,
coquetear con jovenzuelos y posteriormente traer hijos al mundo.
Tal vez era demasiado
cerrado de mente como para comprender qué era lo que le llevaba a
salirse del patrón establecido formalmente dentro de la sociedad.
Y, sin embargo, tenía
curiosidad. Más de una vez había pensado en preguntarle, en
sugerirle hacer lo que hacían las demás muchachas de su edad, pero
su trabajo se limitaba a observarla y velar por su integridad física.
Nada más. No se le permitía dirigirle la palabra a menos que ella
iniciase la conversación. No estaba bien visto que alguien de tan
poca categoría social como él se relacionase con una damisela de
alta alcurnia.
Aún así, su mirada
todavía permanecía fija sobre sus tobillos desnudos. Sentía la
horrible necesidad de que una brisa fresca le aliviase del bochorno
veraniego y, de paso, que fuera lo suficientemente fuerte como para
levantarle un poco más el vestido.
Su sonrisa interna se
hizo más amplia. Llevaba interesado en ella desde que los reyes le
habían contratado para su protección y custodia hace poco más de
un año. De hecho, la obsesión que sentía había alcanzado tal
envergadura que su imaginación era capaz de traspasar cualquier tipo
de prenda que llevase puesta sin ningún tipo de miramiento. Sería
extremadamente fácil para él colarse en sus aposentos una noche y
someterla. Ni siquiera tendría que utilizar demasiada fuerza bruta.
Pero no. El simple hecho de dañar a una criatura tan frágil y
delicada le revolvía las tripas de una forma tan extraña que no
llegaba a comprender del todo.
Así que todos esos
pensamientos se quedaban en un rincón de su imaginación, creando
fantasías frustradas que le sacaban de quicio y le derretían las
venas.
Pronto salió de su
ensimismamiento cuando el joven primogénito se acercó a ella para
sentarse a su lado. Observó la escena desde la distancia, con el
ceño fruncido. Aquél muchacho era casi tan afeminado y frágil como
ella; con ese pelo poblado de caracoles y los ojos claros podría
haber pasado por una dama más de la corte.
Sin embargo, ella esbozó
una tímida sonrisa cuando le entregó la rosa que llevaba escondida
tras la espalda. Se la acercó delicadamente a la nariz e inspiró su
aroma con dulzura.
Apenas se percató de que
estaba apretando los puños enguantados. ¿Qué atractivo tenía un
chico tan afeminado? No lograba comprender a qué se debía ese color
rojizo en sus mejillas. ¿Cómo podía sentirse atraída por un varón
que utilizaba más perfume que ella?
Vomitivo. Frustrante y
humillante a partes iguales.
Se imaginó un combate
cuerpo a cuerpo contra él. Su espada le habría atravesado esa pequeña
caja torácica de parte a parte de un solo movimiento. Su altura y su
masa muscular eran mucho más superiores a las de ese crío. Y, sin
embargo, era ese muchacho el que estaba sentado junto a ella,
halagándola y tratando de conquistar su corazón.
Intentó escuchar lo que
decían, pero la distancia que se interponía entre ellos sólo le
permitía ser testigo de sus risas. Aún así, logró interpretar que
el joven quería llevarla a dar un paseo.
Apretó los dientes,
consciente de que su frustración iba en aumento.
Sin embargo, se relajó
al ver que ella prefería permanecer sentada bajo la sombra del
árbol, leyendo. El muchacho pareció decepcionado. Él rió. Rió en
lo más profundo de su ser, donde sus carcajadas hicieron eco entre
sus costillas. Aquella joven prefería un libro antes que a ese mozo.
Se sintió gratamente aliviado y cuando el chico se perdió en la
distancia decidió acercarse a ella.
Tengo muchas ganas de descubrir cómo interactúan estos dos :33
ResponderEliminarTe expresas genial, me lo imaginé todo como si estuviera ahí. Sube la siguiente parte pronto que quiero saber cómo continúa esto *__*
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios. :) Me alegra que tengáis ganas de seguir leyendo. No os preocupéis, que la siguiente parte ya está escrita, (de hecho, iba unida a este fragmento, pero lo he cortado para hacerlo más ameno debido a que era un poco largo). La subiré la semana que viene. :)
ResponderEliminarEn primer lugar, siento que no sea desde mi cuenta, no me apetecía volver a escribir todo lo que ya escribí. Así que voy a ser breve.
ResponderEliminarHas conseguido que me transporte a ese lugar y sienta lo que el personaje siente en ese momento, tanto, que estaba por imaginar que podría pasar a partir de este relato, y decir que sería algo bueno como una historia, aunque fuera corta, se queda pequeño. Pero sí, estaría genial poder saber más de estos personajes, sobre todo sus nombres xD Qué pueden o no ser importantes mires como lo mires, pero siempre te quedas mejor con los personajes sí sabes como llamarles, ¿no? Eso creo yo, de todos modos, estaré muy, muy pendiente de la siguiente parte.
Serela Ense
Echaba de menos tus textos. Éste, en particular, me ha gustado mucho porque es muy a lo medieval, a lo Juego de tronos. Casi podría decir que me recuerda al amor cortés: el caballero rinde vasallaje a la dama, que es superior a él en belleza y alcurnia. Me ha gustado también que la joven sea una muchacha cultivada, que prefiere la lectura de un buen libro a las banalidades de la corte. El soldado, frío y duro por fuera, parece tener sentimientos después de todo. Esperemos que se los revele pronto a la dama. ¡Sube pronto la segunda parte! Un beso.
ResponderEliminar¡Hola! He tardado unos días en acercarme, pero lo he hecho.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la ambientación que le has puesto, el susurro de la brisa y el calor, la dama leyendo un libro... son los ambientes que a mí me hipnotizan, sitios donde uno puede soñar.
También me ha gustado la visión del guardián impertérrito, pero que en su interior alberga miles de sentimientos. Aunque, eso sí, a mí también me gustaría que me regalaran una rosa en un sitio tan idílico, jajaja.
Tengo ganas de seguir leyendo. ¿Tu estilo? Como siempre, perfecto. ^^