—Uno… dos… tres… —tenía el rostro escondido entre
sus brazos, contra el tronco del inmenso castaño que se alzaba en mitad del
herbazal— cuatro… cinco… seis… —notaba las briznas de hierba colándose entre
los dedos de sus pies, frescas a pesar del calor del estío— siete… ocho… nueve…
—esbozó una tímida sonrisa, sin despegar los párpados— ¡Y diez!
Abrió los ojos y se dio la vuelta rápidamente:
frente a ella se extendía un campo interminable de amapolas, sin ningún otro
árbol a la vista. Frunció el ceño al no encontrar ninguna flor aplastada que
delatase su rastro. Arrugó la nariz e
inclinó la cabeza hacia atrás para ver si se había escondido entre las ramas
del árbol, pero no tuvo éxito.
Inspiró hondo, todavía con la leve sonrisa dibujada
en los labios. Sabía que la observaba desde algún lugar de la pradera, aunque
no pudiese verle. Se había escondido muy bien, pero eso sólo hacía el juego más
estimulante.
—Os pienso encontrar, ya lo veréis —prometió entre
dientes antes de salir de la sombra del castaño y empezar a caminar entre las
amapolas, que le llegaban casi hasta la cintura.
Una suave brisa le acarició la piel y le agitó el
vestido y el pelo oscuro, que centelleó como un mar interminable de tinta.
—¿Dónde os habéis metido? —se detuvo unos instantes
y miró en todas direcciones, con el ceño ligeramente arrugado—. No debéis de
andar lejos…
Las hojas del árbol se mecieron al son de la suave
brisa. Miró la extensión de pradera que la separaba del castaño, entornando
ligeramente sus ojos negros. Nada. Inspiró hondo antes de girarse para volver a
contemplar el inmenso campo que se extendía frente a ella.
Fue entonces cuando una gran mancha dorada le saltó encima
con un rugido ensordecedor, tirándola al suelo y tumbándose sobre su frágil
figura.
—¡Mi señor! —hundió las manos en la melena del león
para apartarlo, riendo animadamente mientras éste le lamía el rostro por todas
partes—. ¡Parad! ¡M-Me… me estáis haciendo cosquillas!
Pronto se dio cuenta de que el animal ni siquiera la
estaba chafando: tenía las cuatro patas a ambos lados de su cuerpo y permanecía
de pie para no lastimarla. Lo único que quería era continuar con la diversión.
La niña gritó cuando escondió el hocico en su
cuello, lamiéndole la piel con una lengua áspera. Intentó apartarlo sin dejar
de reír, llegando a meter —por accidente— los dedos en sus fauces. La fiera les
dio un chupetón antes de volver a buscar su rostro.
—¡E-Esperad! —gritó, todavía entre risas—. ¡P-Por
favor, esperad!
El león se detuvo unos instantes, observándola a
través de unos ojos plateados, repletos de inteligencia.
—No es justo —le tocó la punta del hocico con el
dedo índice, sin dejar de sonreír—. Estáis abusando de vuestro poder.
El animal entornó los ojos antes de hacerse a un
lado y dejarse caer junto a ella. Cuando se tumbó bocarriba se le escapó un
ronroneo.
La niña esbozó una sonrisa llena de luz, sin apartar
la mirada del león. Se olvidó del campo de amapolas, de la suave brisa y de la
calidez del sol. Se olvidó del castaño, de contar hasta diez y del silencio que
asfixiaba el paisaje.
Una extraña incertidumbre le oprimió el corazón,
borrándole la sonrisa de los labios.
Diez…
nueve… ocho…
Se abrazó al animal y cubrió su rostro de besos muy
dulces. Notó sus zarpas rodeándole el cuerpo en un abrazo muy torpe.
Siete…
seis… cinco…
Las nubes se deslizaban por el cielo a toda
velocidad. Ya no había sol y hacía frío. El león gruñó a modo de protesta
mientras la apretaba más contra él.
Cuatro…
tres… dos…
El corazón galopaba en su pecho igual que un caballo
indómito. El viento huracanado le agitaba la melena y le levantaba el vestido
mientras todo se movía a su alrededor, desvaneciéndose poco a poco hasta
desaparecer por completo.
Uno…
Lo último que vio fue unos ojos plateados brillando
en la oscuridad, tan tristes que le partieron el corazón.
Oh. Este es uno de tus "relatos raros", jajaja.
ResponderEliminarCreo que se te da de maravilla expresar las emociones de los personajes por medio de sus reacciones físicas o de descripciones de su alrededor. Es una forma sutil y poética de retratarlos; me encanta. Y ya sabes muy bien lo que pienso de tu estilo. Debo recalcar en esta ocasión una imagen concreta, la de "una sonrisa llena de luz" que, no sé por qué, me ha parecido perfecta. Muy sencilla pero eficaz.
Ahora bien, como relato raro que es, no acabo de pillarlo. xD
Muchas gracias, Laura. Estaba muy dudosa de si publicar o no el relato, pues a mí no me terminaba de convencer.
EliminarEntiendo que no acabes de pillarlo: forma parte de un sueño que tiene X personaje.
Oh. ¿Es C.? Porque entre lo de su melena negra, sus ojos oscuros, y lo del león (relacionado con el relato de hombre-león)... Si es así, me siento privilegiada de relacionar esas tonterías, jejeje. xDD
EliminarSí, es C. :)
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