La persiana estaba a medio bajar, permitiendo que la
luz de la luna se colase por el hueco de la ventana y pintase el dormitorio con
pinceladas frías. Ellie casi pudo sentir la lluvia otoñal salpicándole la piel.
Se cubrió mejor con las sábanas cuando se estremeció; un horrible sentimiento
de culpa le retorcía las tripas. ¿Se había equivocado? Su corazón lo negaba con
cada latido, no obstante, la vergüenza le pellizcó los mofletes hasta enrojecérselos.
—¿Qué te ocurre? —la voz de Erika le llegó en un
suave susurro, junto a ella.
Inspiró hondo hasta que sus pulmones se hincharon en
su totalidad. No respondió. Erika lo sabía muy bien, pero quería una confesión.
Como siempre. Siempre le pedía que mostrase sus sentimientos, que les pusiese
nombre para poder entenderla mejor y, sin embargo, Ellie era incapaz de hablar
de algunas cosas.
Demasiados prejuicios.
La escuchó suspirar, los muelles del colchón
rechinaron y Erika pronto se giró hacia ella para rodearle la cintura en ademán
protector.
—¿Te arrepientes? —su voz le acarició el oído con ternura,
sin reproches.
Ellie tragó saliva en un intento por deshacer el
nudo que la estrangulaba.
—No —pió tras unos instantes.
—No has hecho nada malo —Erika la abrazó con fuerza.
El calor que desprendía su piel la reconfortó un poco—. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí.
Ellie cerró los
ojos y las tonalidades frías de la habitación se convirtieron en un abismo.La ilustración me pertenece. NO la uses sin mi permiso. The illustration is mine. DON'T use it without my permission. |
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