Reseña de «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes».

Título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes.

Autora: Tatiana Tîbuleac.

Editorial: Impedimenta.

Traducción: Marian Ochoa de Eribe.

Género: ficción, drama.

Número de páginas: 247.

Encuadernación: Tapa blanda.

Precio: 12’34€.

Sinopsis:

Aleksy aún recuerda el último verano que pasó con su madre. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero, cuando su psiquiatra le recomienda revivir esa época como posible remedio al bloqueo artístico que está sufriendo como pintor, Aleksy no tarda en sumergirse en su memoria y vuelve a verse sacudido por las emociones que lo asediaron cuando llegaron a aquel pueblecito vacacional francés: el rencor, la tristeza, la rabia. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo? Este es el relato de un verano de reconciliación, de tres meses en los que madre e hijo por fin bajan las armas, espoleados por la llegada de lo inevitable y por la necesidad de hacer las paces entre sí y consigo mismos.

Opinión personal:

Vi este libro por primera vez el año pasado y, desde entonces, me llamó la atención. Creía que podría ser una de esas novelas turbias que me gusta leer y así ha sido. Sin embargo, debo confesar que esperaba que me gustase bastante más.

Puntos negativos:

No hay cosas realmente negativas en este libro y las pocas que hay son muy subjetivas (incluso, al mismo tiempo, las puedo considerar positivas). Por ejemplo, he echado en falta que fuese una historia continua, pues no es una novela con una narración «habitual», sino que son escenas sueltas de la vida del protagonista y en muchos casos se presentan desordenadas. Esto es bastante caótico y a mí me costó un poco meterme en la historia.

Además, también me habría gustado saber más de los personajes secundarios porque Aleksy menciona a personas que —se supone— han sido relevantes en su vida, pero el lector apenas sabe nada de ellas porque el protagonista es bastante protector de su intimidad y no «se abre».

Esto, sumado a la narración caótica, ha hecho que la novela no me interesase tanto como esperaba.

Puntos positivos:

Os vais a reír, pero gracias a los puntos negativos que he mencionado anteriormente, la novela gana mucho realismo. Impacta bastante ver la personalidad de Aleksy a través del caos y el drama que lo envuelve. Desde prácticamente el principio, el protagonista dice que «está loco» —no menciona la enfermedad mental que tiene, pero sí habla de las alucinaciones que sufre y de que necesita tomar medicación—, por lo que todo su caos está justificado.

Asimismo, hay un fuerte componente dramático: su trágica relación con su madre. En mi opinión, la relación maternofilial está bastante bien llevada y he podido sentir una gran empatía hacia la madre por la visión tan nefasta que tiene Aleksy de ella. El protagonista tenía pensamientos muy duros sobre su figura materna que consiguieron incomodarme mucho y eso es algo que no todos los libros son capaces de lograr.

Por otra parte, el estilo de la autora es muy directo y muy crudo. Aleksy narra sus pensamientos en primera persona y os aseguro que tiene muy pocos filtros.

Otro punto a su favor es la corta extensión de la obra y lo breves que son los capítulos (en ocasiones ocupaban un párrafo y, como mucho, un par de hojas). Así, la lectura se agiliza una barbaridad y, si engancha desde el principio, se puede terminar en un día.

En resumen: No he conseguido meterme de lleno en la historia por la forma en la que se nos presenta, aunque esto favorezca el realismo del protagonista. Sin embargo, reconozco la calidad del estilo narrativo de la autora, y lo bien llevada que está la relación maternofilial.

Puntuación: 7/10.