Reseña de «La chica de al lado».

 Título: La chica de al lado.

Autor: Jack Ketchum.

Editorial: La biblioteca de Carfax.

Traducción: María Pérez de San Román.

Género: terror, drama.

Número de páginas: 329.

Encuadernación: Tapa blanda con solapas.

Precio: 22’70€.

 

Sinopsis:

Voy a contar nuestra pequeña historia. De la forma más sincera posible de aquí en adelante y sin interrupciones. Y estoy escribiendo esto por ti, Ruth. Porque nunca llegué a devolvértela, en realidad.

Así que aquí está mi cheque. Vencido y en números rojos.

Cóbratelo en el infierno.

 

Opinión personal:

Descubrí este libro en Goodreads y, tras leer algunas reseñas, decidí leerlo. Todo el mundo hablaba de lo horrible que era la historia y yo, que soy más chula que un ocho, pensé: «Bueno, he leído cosas muy chungas. Veremos a ver si está a la altura de El necrófilo, 3096 días o Gritos silenciosos». Y…

Antes que nada: sí, lo confirmo. La chica de al lado es una historia horrible que contiene escenas muy explícitas de maltrato, tortura y abusos sexuales donde las víctimas son niños/adolescentes, de modo que si sois lectores sensibles a estos temas os recomiendo que NO la leáis.

Puesto que la sinopsis es muy genérica, os resumo la trama:

Meg y Susan, dos hermanas que acaban de perder a sus padres en un accidente, se mudan a casa de su tía Ruth, que reside junto a sus tres hijos adolescentes en un pueblecito perdido de la América profunda. Su vecino es David y es él quien le cuenta al lector, usando un narrador testigo, todas las atrocidades que les suceden a las niñas en el sótano de la casa de Ruth.

Porque él es cómplice.

Dicho esto, vamos con lo bueno y lo malo:

Puntos negativos:

Sinceramente, pese a la crudeza de la trama, no puedo decir que el libro tenga fallos. Se trata una historia durísima que no es para todos los lectores. Sin embargo, cada novela tiene su público objetivo, así que el argumento no debería considerarse algo malo.

Puntos positivos:

Me han encantado, sobre todo, dos cosas:

La primera es cómo evoluciona la historia. Poco a poco, la trama va in crescendo. Hasta el 60% de la novela pensaba: «Bueno, he leído cosas más turbias». No obstante, a partir de entonces la trama se vuelve más y más espantosa. El horror era tal que no podía parar de leer porque me decía a mí misma: «No puede pasar nada peor que esto» y en el capítulo siguiente, ¡sorpresa! ¡Ocurría algo más duro que en capítulo anterior! De hecho, fijaos lo espantoso que estaba siendo que hasta el propio narrador, David, se niega a hablar de ello para que sea el propio lector quien se lo imagine (un recurso literario muy inteligente y efectivo, por cierto):

«No voy a hablaros de esto.

Me niego.

Hay cosas que sabes que morirías antes de contarlas, cosas que sabes que tendrías que haber muerto antes de siquiera haberlas visto.

Yo miré y vi».

La segunda cosa que me ha encantado es el tipo de narrador que ha elegido el autor. Podría haber escogido un narrador centrado en Meg, la principal víctima de Ruth, sus hijos, y el grupo de amigos, pero se decantó por un narrador testigo que, si bien no participa en las atrocidades que ocurren en el sótano, sí es cómplice de los agresores. Además, durante el 60% de la trama, dicho narrador me recordó mucho al de Lolita o El necrófilo, pues de alguna forma intenta suavizar lo que ocurre y poner al lector de su parte justificando lo injustificable. A partir de ese 60%, cuando todo se desmadra, el narrador sufre un cambio importante que también está muy bien hecho.

Otra cosa que me ha fascinado es cómo el entorno decadente y un adulto sociópata logran embaucar a prácticamente todos los adolescentes del pueblo para que comentan las mayores atrocidades imaginables. Me resulta alucinante cómo el entorno facilita —o no— que un adulto manipule a su antojo a todo Cristo. De este modo, la figura que se supone que es responsable, permite y alienta a los jóvenes para que delincan, justificando los actos como una forma de «educar» o «corregir» comportamientos que Ruth considera inapropiados. La novela hace reflexionar sobre la importancia de los límites y sobre la maldad humana: hasta dónde somos capaces de llegar y lo indispensable que es denunciar a tiempo los delitos.

Por otra parte, el estilo narrativo del autor es una maravilla (supongo que por eso la historia ha conseguido «traumatizar» a tantos lectores). Hay descripciones explícitas de (casi) todo y el hecho de que estén tan bien hechas solo consigue revolverle aún más las tripas al lector. El entorno decadente, toda la atmósfera veraniega de los años 50-60 de Estados Unidos, es una pasada. Consigue introducir al lector completamente en la historia, en el sótano húmedo de Ruth, convirtiéndole en otro cómplice igual que David.

Por último, debo mencionar que la traducción es excelente. No solo se ha respetado la voz del autor, sino que además luego se ha hecho una buena corrección de la obra (solo me he encontrado una errata).

Para finalizar, me parece muy apropiado que el autor haya añadido una nota al final del libro explicando por qué decidió escribir esta novela (al parecer se basó en un suceso real).

En resumen: La chica de al lado no es una novela para lectores sensibles. Contiene escenas muy explícitas de maltrato y abusos sexuales a niños/adolescentes. Sin embargo, su trama se desarrolla de manera muy efectiva y el narrador testigo es una elección muy inteligente por parte del autor.

Puntuación: Los que me conocéis sabéis que esta clase de obras, debido a la crudeza de la trama, no me gusta puntuarlas. Sin embargo, puedo decir que es uno de los mejores libros que he leído este año, a pesar de lo espantosa que es la trama.